La huelga
general de los sectores de la enseñanza está más que anunciada. Ahora hay que
hacerla. Y de su desarrollo y minuciosa verificación veremos si se ha realizado
una huelga general o una huelga teniente coronel.
Los
estudiantes y la comunidad educativa han explicado por activa, pasiva y
perifrástica los motivos de la huelga y las repercusiones, directas e
indirectas, de las medidas del Ministerio, que es lo mismo que decir del
gobierno Rajoy. Por otra parte, este conflicto es en sí mismo un heraldo de la
temperatura social. De ahí que su desarrollo real deba ser cuantificado pormenorizadamente
–sin trampa ni cartón-- por los sujetos
que lo convocan.
Dos
cuestiones, sin embargo, merecen que se barajen las cosas con punto de vista
fundamentado: de un lado, que la comunidad educativa en su conjunto (repito, en
su conjunto) entienda cabalmente las exactas repercusiones de civilización que supondría que se impusiera definitivamente la
Ley Wert ; de otro, que la participación
ciudadana no puede ser de un mero apoyo solidario sino de implicación directa,
esto es, como cosa propia. Porque para unos y otros se trata (lo repetimos enfáticamente)
de un modelo de civilización. Así pues, el llamamiento a la acción colectiva no
es una arenga más sino la constatación de que hay muchas cosas en juego.
Añado algo
que no considero irrelevante: el papel de la oposición política no puede ser estar
a la espera de que, cuando gobierne, cambiarán la ley. Se agradece, por supuesto,
la promesa (de incierto cumplimiento), pero eso es, tal como están las cosas,
puro atentismo.
Es ahora el momento y la acción.
Es ahora el momento y la acción.
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