viernes, 16 de septiembre de 2022

¿Guerra y paz? Tregua


 

A medida que uno se va haciendo provecto el lenguaje va dando un giro, deslizándose la sintaxis del imperativo al condicional. Madurez o rutina, quién sabe. O más bien, hartazgo de tanto imperativo tan rutinario como inútil. Lo digo por la frase –rotunda donde las haya--  de Josep Borrell: «Es el momento de resistir, no podemos arrugarnos ahora». Me suena a aires de sospecha, como si alguien de los aliados quisiera rajarse. No comparto la opinión de Borrell.

Pues bien, ¿de qué es el momento? Lo mejor es decirlo sin rodeos: es el momento de proponer una tregua y por quien corresponda ponerse a negociar. La posición de China es de la mayor importancia. De un lado, acuden a la cita de Samarkanda con los rusos; y, de otro lado, intenta mantener un equilibrio sofisticado: critica a Occidente, pero no quiere que sus palabras y, sobre todo, sus actos perjudiquen sus intereses. De ahí –nos dicen las corresponsalías--  el premier Xi le ha dicho a Putin que está preocupado por lo de la guerra. Porque, en realidad, los chinos están preocupados por estas razones: el enemigo principal debe ser superado con creces en la economía y el enemigo secundario debe estar tan lejos que no tenga capacidad de incordio. Son razonamientos disparatados de ese sentido común de gran potencia. Pero –tal vez, digo que tal vez— esos diseños no acaben siendo tan exactos pudiendo afectar a China más de lo que ella sospecha.

Es el momento de una tregua. Debe suspenderse durante un cierto tiempo la lógica de la guerra por el logos diplomático. Y mientras tanto, Occidente debería saber qué pasa exactamente en sus adarves. O, lo que es lo mismo, ¿hay por nuestra barriada alguien que quiera arrugarse?  

P/S Nos ha dejado Fausto Miguélez. Cambió el curso de los estudios sociológicos sobre la empresa. En la foto.  

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