lunes, 12 de septiembre de 2022

11 de setiembre: papá contra mamá


 

11 de septiembre, así en minúsculas: no fue la sombra de cuando las nieves de antaño; ni el pálido reflejo de lo que quisieron que fuera y no fue.  11 de setiembre que ha quedado reducido a una mera fecha del almanaque. Los dogmatismos y voluntarismos han provocado destrozos como este. No es el primero a lo largo de la historia, pero el independentismo catalán se ha ido diluyendo como un azucarillo en el agua. El consuelo del dirigentillo comarcal: este año hubo más gente que el anterior. Elemental, mandó la pandemia. Aclarando: de una manifestación de una parte del independentismo contra la otra parte; de un mogollón de gente manifestándose contra el govern català y el President de la Generalitat.

Le dijimos mil veces al independentista de la esquina y a la nómina de los estados mayores que aquello acabaría mal. Eran tiempos de sonrisas y kumbayás, que escribieron que Cataluña lograría la independencia en menos que canta un gallo, proclamaría –con el apoyo de los europeos, los pobladores de la Patagonia, los indios misquitos, el Estado de Israel y del mismísimo Putin— la República catalana. Parodiando al mismísimo Mao afirmaron que «El Estado español era un tigre con los pies de barro». Intentaron disfrazar sus cantares de gesta con las músicas dodecafónicas de compositores de mercadillo.

Con todo sería aproximadamente obligado que los estados mayores del independentismo hicieran un balance de esta chanson de geste. Y, es un poner, nos hablaran de cómo se hace el tránsito de la unidad férrea de los primeros tiempos a la olla de grillos de un tiempo a esta parte, tanto en la política como en los movimientos de ANC y el Omnium. Que nos indicaran por qué se desplaza el punto de mira del independentismo contra España de antaño a la áspera bronca entre ellos mismos. O por qué ha ido menguando la capacidad de intimidación que tenían otrora para ser hogaño un mosquito tigre. Más todavía, está pendiente una explicación de por qué no han vuelto a Cataluña las miles de empresas que se marcharon con su música a otra parte. Y dejo para la Escuela de Viena el análisis del por qué miles de personas bienestantes, pacíficos adinerados, almas de cántaro et alia, en plena madurez aparente se lían la manta a la cabeza y, como aquel Adamo de sus juventudes, se ponen el corazón a la bandolera.

Derrotados, pero todavía hay un barbecho de ilusos.

No hay comentarios: