Una
considerable parte de la izquierda catalana está de fiesta por dos asuntos de
interés: la Mesa de diálogo se ha puesto en marcha y, por otra parte, doña Laura Borràs ha sido
suspendida en sus funciones de presidenta del Parlament. Lo primero abre una modesta
vereda cuyos resultados iremos viendo; lo segundo confirma que, tras el
insuceso del procés, el independentismo ha salido derrotado y y dividido, se ha cambiado la primera fuerza
política en la guía del país: del post post post pujolismo se ha pasado a Esquerra y, a partir de
ahora, el conflicto principal no será contra ´España´ sino entre las fuerzas soberanistas.
Paréntesis: de momento, se está celebrando la defenestración de la Borràs como el
que con alivio quita la mosca del plato de sopa.
Me
pare bien que haya alegría. Demasiado tiempo con caras largas, confusión,
desestabilización y movimientaje, que no hay que confundirlo con el movimiento.
Cierto, queda todavía mucho rescoldo, pero algo se va avanzando. Ahora bien,
estoy un poco perplejo porque a esa alegría no se acompaña con los datos de la
evolución del empleo en los últimos meses. Ni siquiera las fuerzas políticas
que apoyan al gobierno progresista de coalición han levantado su copa tras los
antedichos datos. O sea, una vez más, la cuestión social en decúbito supino ante
la política de Palacio.
La
derecha calla, porque en su día pronosticó el diluvio universal si se aprobara
la reforma laboral de olor bolchevique, sector rías baixas; la División Acorazada Mont Saint Pelerine juró que se
perderían millones de puestos de trabajo. Hechos, no palabras: todas esas
cofradías han sido derrotadas en sus pronósticos. Por primera vez el número de
contratos indefinidos supera al archipiélago de contratos—morralla. Y en
concreto, 383.000 contratos más. Esta es la fisicidad del pacto de la reforma
laboral. Y ante esa situación, la izquierda catalana ni siquiera ha dicho mú.
Ni siquiera las agrupaciones locales y comarcales explican coram populo estas realidades. Tal vez sea razonable la excusa de
que las temperaturas nos tienen abotargados. Puede ser, pero para celebrar la
caída de la señora Basilisco
sí tienen tiempo y botellas de cava. Siempre de guateque, oiga.
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