Primer tranquillo
Siguen las opiniones de ciertos
comentaristas mejor informados que un servidor achacando al brexit una buena
parte de la responsabilidad del batacazo electoral de la izquierda.
Posiblemente tengan razón, pero yo sigo en mis trece: de momento son
intuiciones que todavía nadie ha podido demostrar con datos en la mano. Hay que
decir que algunos dirigentes se han referido a ese motivo con tanto esfuerzo
como poca diligencia para bucear en las responsabilidades concretas de su
propio partido.
Ahora bien, endosar al brexit
tamaña responsabilidad se convierte en un arma arrojadiza para quien la
plantea. Porque tiene que explicar los motivos de la ciudadanía que le ha dado
la espalda por tal cuestión y, por tanto, no ha confiado en la gestión que
quien ello afirma haría del post brexit. En suma, hay que acabar el
razonamiento que se inicia manoseando el brexit. Lo que tampoco garantiza la
bondad de lo que se manifiesta.
¿No habíamos quedado en que la
derecha no gestiona las crisis sino que se aprovecha de ellas? ¿No hemos dicho
que la derecha no ofrece seguridad en estas situaciones delicadas? (Cosa que un
servidor mantiene). Entonces, ¿por qué se argumenta que Mister Brexit le ha
echado un capote al Partido
Apostólico? Posiblemente, para no abrirse las tripas y ver qué hay
dentro de ellas. Y es que parece que tienen un lema: lejos de nosotros la
funesta manía de analizar.
Segundo tranquillo
De todas formas,
esto del brexit está siendo aprovechado
para oficiar un ajuste de cuentas entre las viejas generaciones y la juventud:
a los vejancones británicos se les hace aparecer como dinosaurios antieuropeos y
como sectarios insolidarios; a la juventud,
«divino tesoro», según Rubén Darío, se le atribuye el europeísmo y la
grandeza de miras. Esta es la interpretación que está calando y ampliándose.
Los datos indican otra cosa. Ni tanto ni tan calvo.
Un personaje tan
templado como Enrico Letta nos ofrece un dato que echa por tierra el discurso binario
entre la zafia senectud y el divino tesoro. El ex primer ministro italiano nos dice que:
«una clave para entender el voto del brexit es que, entre los electores del
grupo etario entre los 18 y los 24 años ha ido a votar solamente el 36 por ciento y los mayores de 65 años han acudido un 83 por
ciento, votando mayoritariamente en contra» (1). Cierto, todo indica que
mayoritariamente ese 36 por ciento juvenil ha votado masivamente la permanencia
en la Unión Europea. Pero a la inmensa mayoría se le pegaron las sábanas ese
día. En ese sentido, la argumentación
esgrimida es bastante cojitranca: propone una premisa mayor, se salta la segunda
premisa y concluye pontificalmente la ocurrencia que ya tenía en la cabeza a
través de un silogismo viudo.
En resumidas
cuentas, dejemos que los prestidigitadores hagan su honorable oficio sin
interferencias de los que tocan el piano de oído y de quienes meten
interesadamente el barullo que les conviene. Hago una excepción: John Carlin, porque me cae
bien, aunque fue el primero que abrió el fuego. Se trata de una cofradía cuyo
lema podría ser: lejos de nosotros la funesta manía de demostrar.
1) http://www.huffingtonpost.it/2016/06/25/letta-giovani-brexit_n_10673198.html
1) http://www.huffingtonpost.it/2016/06/25/letta-giovani-brexit_n_10673198.html
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