(Brevería)
“Ningún
voto andaluz irá a financiar los privilegios de Ada Colau”, ha sentenciado
jupiterinamente Susana Díaz, presidenta de
la Junta de Andalucía (1). La primera reacción que lógicamente nos viene a la
cabeza es: ¿esta señora es la propietaria de los votos de los andaluces, de
todos los andaluces? Obviamente, se trata de una pregunta retórica. Más
todavía, ¿todos los votantes socialistas votarán para impedir que la Colau no disponga de sus “privilegios”? Es posible que
no pocos de sus parciales lo crean, pero no me entra en la cabeza que el
electorado socialista pueda dar cabida a esta insensatez. Una insensatez o,
mejor dicho, una maruhendidad: esa condición natural que exhibe el director de
un diario de cuyo nombre no me da la gana nombrar, consistente en la mendacidad
consciente y de estilo matón. Podría decirse que doña Susana ha adoptado,
provisionalmente, la morfología del centauro: cabeza de Guerra y cuerpo de Bono, aunque
podría ser al revés, tanto monta.
De
los “privilegios” de la alcaldesa de Barcelona, nada sabíamos. Es más, el
portavoz del grupo municipal socialista, Jaume Collboni,
nada nos había informado sobre el particular. Y es sabido que Collboni es una
persona cabal que no habría entrado en el equipo de gobierno de la ciudad su
tuviera conocimiento de los “privilegios” de la alcaldesa. Por cierto, tampoco
desde las bancadas de la oposición a Colau, que no acostumbra a aplaudirla, se
ha mencionado el uso de “privilegios”. Lo dicho: se trata de una marhuendidad
para uso de mítines electorales de secano, picoteos de los tertulianos de
garrafón y consumo de moyate a granel. Pero tal vez haya otra hipótesis: los
nervios, que siempre sabemos que son malos consejeros.
Sugiero,
pues, que doña Susana vaya al facultativo de turno. Ahora bien, la cuestión es:
¿cuándo un centauro no está en forma debe ir al médico o al veterinario?
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