Ayer mismo un servidor metía baza sobre
unas declaraciones que hizo Íñigo Errejón acerca de los elementos constituyentes del «sujeto político», sea este animal
vertebrado o invertebrado, macho, hembra o hermafrodita (1). Comoquiera que el
dirigente de Podemos no menciona el «trabajo» en su condensada formulación
(cosa normal en twitter) llamamos a la puerta de Nadia Urbinati para introducir algunos elementos que ayer nos dejamos
involuntariamente en el tintero. Se refieren a la relación entre trabajo y
democracia que es, sobre chispa más o menos, el vínculo entre el trabajo y el
sujeto político. Un tema que está olvidado por las fuerzas políticas
tradicionales y en clamorosa precariedad en las llamadas emergentes. Dice la
Urbinati:
«… Este escenario ha cambiado radicalmente
con la mundialización de los mercados y por consiguiente el trabajo está
volviendo a ser, poco a poco,
simplemente fatiga, y disociado de los derechos y de la emancipación
política. Reconstruir una cultura reformadora deberá comportar la recomposición
del vínculo entre trabajo y derechos con el objetivo de que mucha gente no sea
presa de captura de la propaganda nacionalista; para que las perspectivas de
vida que ofrecen las democracias sean comparablemente mejores a las que
prometen las sirenas xenófobas. Y para que la política vuelva a aprehender el
trabajo que se juega el futuro de la democracia» (2).
Nuestra intención es
voluntariosamente intencionada: llamar la atención al sujeto político del
famoso primum vivere que representa
el trabajo y, por ello, fijar las raíces de la política, especialmente la
emergente.
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