martes, 26 de abril de 2016

El olor a rancio (por lo menos) de Lluis Llach




Tal como pasó, yo se lo cuento a ustedes. Lo hago porque este sucedido apenas ha concitado atención en los medios y, sobre todo, en la comunidad académica. Ocurrió en el Parlament de Catalunya hace pocos días. La coalición gubernamental Junts pel Sí se dividió a la hora de votar una moción que reclamaba suprimir las subvenciones a los colegios concertados que practican el ´apartheid´ escolar sexista, esto es, «los niños con los niños y las niñas con las niñas». Suerte que dicha moción fue derrotada: sólo tuvo el voto afirmativo de los convergentes, los republicanos y el Partido Popular. En todo caso, la sorpresa fue que un destacado miembro de Junts pel Sí, no adscrito –que nosotros sepamos a ninguna formación de dicha coalición--  votó a favor de la segregación. Su nombre, el otrora combativo Lluis Llach, famosísimo cantante por la simbología de su estaca y otros bandoleros catalanes de antaño. Lo que nos proporciona, de momento, esta reflexión provisional: o Llach es partidario de ello o agacha su inspiración y se pone al servicio de la disciplina de voto convergente; non tertium datur, cuya traducción rústica seria que no hay vuelta de hoja.

Ahora bien, el asunto trasciende la posición del cantante. Y apunta a dos elementos no irrelevantes, a saber: de un lado, la votación de los convergentes se da en un contexto donde, se dice, se está cocinando en los fogones la refundación de Convergència democrática de Catalunya; y, de otro lado, en el contexto del proceso hacia la independencia de Catalunya. O, lo que es (casi) lo mismo: el guiso de la refundación se hace a través de un comistrajo en el que, de momento, ha decaído uno de los planteamientos progresistas tradicionales de Convergència, la no separación de sexos en la escuela; más todavía, con dicha postura, apartheid, se nos está indicando qué modelo de escuela podría haber en una hipotética Catalunya independiente, liderada por Puigdemont y sus furrieles.


Los que lucimos canas recordamos aquella canción que Llach cantó en plena Transición: No és això, companys. No compartí su crítica y amablemente se lo hice saber. Ahora le pregunto si su voto en el Parlament es lo que es. Pero no nos salgamos de madre. Recomendemos al cantante la canción que inmortalizó Pepe Marchena, aquella que decía «que la mancha de la mora con otra verde se quita». 

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