He
tenido la ocasión de participar en la revista Pasos a la izquierda en un debate sobre la cuestión sindical junto
a Isidor Boix. El encargo que teníamos de los
editores era que un servidor explicara los motivos de mi propuesta de la unidad
sindical orgánica; Isidor Boix trataría del acto formal de finalización de ese
proceso, vale decir, del Congreso sindical constituyente. En la sección de
notas tienen ustedes ambos artículos (1). A su vez, un avisado lector como es Paco Rodríguez de Lecea, codirector de dicha revista,
tercia en la discusión observando los contrastes entre lo que decimos Isidor y
un servidor (2).
Primero,
la coincidencia. Naturalmente el proceso que conduzca a la unidad sindical
orgánica debería concluir en un congreso en el que formalmente nacería el nuevo
sujeto. Por supuesto, también coincido con
no pocas de las observaciones que hace atinadamente el compañero Boix. Sin
embargo, hay principalmente dos elementos en su meditado estudio que me llevan
a conversar crítica y fraternalmente con él. En síntesis son dos: a) la
relación entre el proceso unidad sindical y congreso constituyente; y b)
algunas de las normas que se proponen para la convocatoria y posterior
desarrollo de dicho congreso.
1.--
Isidor Boix vincula especialmente la convocatoria y realización del congreso a
un proceso de acercamiento y nueva relación del sindicalismo confederal con los
trabajadores. Pero apenas si vemos un nexo entre la unidad sindical y el itinerario
del congreso propiamente dicho. De esa manera, entiendo yo, se desdibuja la
potencia de la unidad, y –digámoslo castizamente-- pierde fuerza ese banderín de enganche. Más
todavía, la llamada al acercamiento entre el sindicato y los trabajadores
debería ser una constante, esto es, con independencia del evento de la unidad.
Así pues, en la propuesta del congreso –tal como la plantea Isidor Boix— no encontramos
con la fuerza debida la correspondiente causalidad entre la búsqueda, no fácil,
entre unidad y congreso sindical constituyente.
2.-- Nuestro compañero Isidor hace estupendamente
bien un detallado elenco de normas tanto para el proceso como para la
realización del evento. Lo celebro francamente porque un acontecimiento de esta
importancia no puede dejar asuntos tan importantes –por ejemplo, las normas
para elegir delegados y las que presidirían los grupos dirigentes—a la improvisación
o a la práctica de ir a salto de mata. Ahora bien, repare quien siga esta
polémica la extrema dureza que propone Isidor para la conformación de las candidaturas
a elegir en este congreso sindical constituyente: «no
incluirán ninguna persona que haya pertenecido ininterrumpidamente al órgano a
elegir en los 5 o más años anteriores al momento de la elección». He podido
comprobar que no es una propuesta improvisada en mis conversaciones con Isidor.
Es más, he intentado hacerle ver el enorme nivel de antipatía que una norma de
este calado provocaría en muchos potenciales congresistas. Que, además, de
retruque se trasladaría a la misma idea de avanzar y concretar la unidad sindical
orgánica.
Mirando bien las cosas no parece
inteligible esta norma, ni tampoco su intencionalidad. Ni tampoco tiene sentido
su inclusión. Es un planteamiento, a mi entender, que ni siquiera se basa en la
avanzada edad de los vetados (lo que también sería discriminatorio). Veamos,
esta norma veta a quien, por ejemplo, tenga 30 años y durante los cinco años
previos al congreso haya tenido la misma responsabilidad a la que ahora, en el
momento del congreso, se le propone. Por no decir lo siguiente: dirigentes
sindicales que se han batido el cobre para la celebración de ese congreso y una
norma extremosa los elimina de formar parte de tal o cual candidatura.
Francamente, me resulta muy antipático.
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