Homenaje a Peter Glotz
Por lo general la cofradía de la
política tiene una tendencia a no captar las novedades allá y cuando se
producen; pasado un tiempo, cuando han aparecido otras, los políticos –una vez
que se les ha señalado reiteradamente la primera novedad-- siguen en sus rutinarios quehaceres como si
nada hubiera ocurrido. Y así sucesivamente. Sin ir más lejos a los
sindicalistas de mi generación nos ocurrió tres cuartos de lo mismo. Al menos,
así le ocurrió a un servidor.
A mediados de los años ochenta
leí el Manifesto per una nueva sinistra
europea (Feltrinelli, 1985). Su autor, el dirigente socialista alemán Peter Glotz. Por cierto, tardé muchos años en
enterarme de que existe una traducción al castellano publicada dos años más tarde;
el prólogo de la edición italiana (de Achille Occhetto) fue sustituido en la
castellana por el de Felipe González. Agradezco a Ramon
d´Alós, que me regaló el libro, mi puesta en contacto con Glotz.
Seguramente este regalo tuvo la intención de sacarme del campanario y de sus
antiguos atalajes en el que muchos nos encontrábamos.
En el prólogo del Manifesto –no
dispongo de la edición castellana— el autor
nos dice: «… debemos tomar nota de la radical pérdida de poder por parte
de los Estados nacionales del gobierno
de los procesos económicos. La caída del sistema heredado de Bretton Woods
(1944) y la introducción de los cambios flexibles han llevado a la creación de
mercados financieros y de crédito trasnacionales y extraterritoriales que hoy
dominan la economía mucho más que los gobiernos de cualquier país». En otras
palabras, Bretton Woods es, según Peter Gloz, el punto de inflexión, algunas de
cuyas consecuencias no se supieron ver. Eso sí, en la década de los ochenta esa
situación se exaspera y radicaliza. En conclusión, desde 1944 las políticas
económicas y sociales de los diversos estados nacionales se hicieron sin tener
en cuenta las consecuencias de Bretton Woods.
La segunda novedad que analiza
Peter Glotz es la innovación tecnológica «con el desarrollo de las modernas
tecnologías del conocimiento, de la información y la elaboración electrónica de
datos y las formas políticas y económicas».
En concreto, el viejo paradigma industrial se iba desplazando hacia algo
totalmente diverso. La política seguía instalada en el campanario y, como todo
se había movido, Pocahontas
iba representando sólo a los «últimos algonquinos».
Ciertamente no fue el único
aviso que se dio en la Europa de mediados de los ochenta. Pero tal vez el más
significativo, ya que quien lo dejó dicho fue uno de los más destacados dirigentes
del Partido Socialdemócrata alemán, además de reputado intelectual con una
intensa vida académica. No dejaremos de decir que siempre fue considerado como
sospechosamente orientado al ala izquierda del partido. Mientras tanto, la
izquierda europea volvía a organizar su enésima crisis existencial.
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