Homenaje al padre de este caballero: don Antonio Alvarez
Diversos comentaristas de fuste
no salen de su asombro al ver hasta qué punto los partidos catalanes con
responsabilidad de gobierno en la Gerneralitat no dicen ni mú en toda la
parafernalia política española tras las últimas elecciones generales. Cosa
chocante, toda vez que uno de los grandes temas que se ventilan para la
investidura es la «cuestión catalana». Véase, por ejemplo, hasta qué punto Enric Juliana –posiblemente el analista más sutil
de todos – se hace cruces de esa actitud silente, que contrapone al activismo
de las fuerzas progresistas valencianas de Compromis. De momento, hay que convenir que, de un
tiempo a esta parte, en los partidos políticos catalanes más influyentes en
Cataluña se ha operado una cesura con relación a su intervención en la política
general española. Estos partidos practican un acelerado ensimismamiento
hablando con una política macarrónica. Ni siquiera han caído en este detalle:
con o sin independencia conforme peor vayan las cosas en España, peor irán en
Cataluña.
Ahora bien, ¿esta actitud
silente es consecuencia de una decisión política intencionada? Mucho me temo
que es el resultado de no saber qué decir. Es, a mi entender, la consecuencia de una sobrevenida ignorancia, resultado de
la desubicación del nacionalismo con relación a los grandes problemas –cambios
y transformaciones-- que se están dando
en todo el mundo. O dicho con amigable acritud: es el efecto de la
descolocación de la soledad del campanario. De un campanario instalado, de un
tiempo lejano a esta parte, en su política macarrónica.
A esta «política macarrónica» le
ocurre tres cuartos de lo mismo que a aquel
Poggio Bracciolini que presumía de escribir el
latín más elegante de su época hasta que el gran Lorenzo
Valla puso las cosas en su sitio. Este le ajustó las cuentas provocando
que aquel Poggio desapareciera del Gotha de los humanistas: Valla dejó escrito
que aquel latín era culinaria vocabula: esto es «latín macarrónico»-- por lo que, como si fuera oriundo de Santa Fe, le espetó a su oponente que «Poggio habla
tan mal el latín que que debe haberlo aprendido de algún cocinero iletrado».
Sería precipitado decir que Valla era un elitista por esa referencia a un
cocinero iletrado. Pero, si se lee bien la frase, se llega pacíficamente a la
conclusión de que también hay cocineros letrados que hablen perfectamente la
lengua del divino Virgilio. Por ejemplo, no me
extrañaría que Antonio Alvarez, camarero del legendario bar Sevilla de
Granada hablara un perfecto latín, aunque
su especialidad –como pudo constatar Dámaso Alonso-- era saberse de memoria
todas las Soledades de Góngora.
Pues bien, volviendo a lo
nuestro, queda a los historiadores la tarea de investigar de qué cocinero han
aprendido ciertos políticos catalanes con mando en plaza el quehacer de la
política macarrónica.
1 comentario:
Que se empiecen a enterar estos" nuevos" de los problemas reales del pais, y dejen de marear la perdiz, como ya hizo Zapatero, negando todo, por mas que le llovian avisos de Europa. Entonces no se nos hizo caso de las advertenciasen 1995-1997 y asi nos fue, Ahora se repite la historia. http://nadaesgratis.es/admin/volatilidad-y-reformas-las-virtudes-ocultas-de-la-incertidumbre-economica http://nadaesgratis.es/josep-pijoan-mas/growing-like-spain
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