Hay quien acostumbra a decir que
ya no le asombra nada de lo que oye y ve. No es mi caso. Ya, cargado de años,
me siguen asombrando no pocas cosas. Y algunas me pasman. Posiblemente es mi
inercia tradicional a “caerme del guindo”. Les pondré dos situaciones que pasan
de castaño oscuro.
Primer tranquillo
Como ustedes saben uno de los
planteamientos del independentismo catalán es la creación de «estructuras de
Estado» propias de Cataluña. Sin duda, la más llamativa es la puesta en marcha
de la Hacienda propia. Que reclama que los catalanes pongan sus impuestos en
este aparato.
Esta historia viene de cuando Artur Mas se cayó del caballo
cuando iba cabalgando camino de Damasco. Pues bien, el otro día Josep Cuní, factótum del periodismo catalán, nos
decía en su programa televisivo que sólo sesenta y cinco (65) personas han
seguido esa orientación. El veterano periodista, con cara picarona, añadía que
ni siquiera los más conspicuos dirigentes del independentismo político habían seguido
tales consignas. En otros tiempos hubiéramos dicho que tales personalidades son
(y ejercen de) capitanes Araña, o sea, el que embarca a la gente y se queda en
tierra. Más concretamente: gente liante y embaucadora.
Comoquiera que la Hacienda
catalana tiene una plantilla de 330 funcionarios, si sólo 65 almas de cántaro
han depositado allá sus impuestos, habrá que colegir que ni siquiera dicha
«estructura de Estado ni siquiera se autofinancia».
¿Tengo o no tengo motivos para
asombrarme? Sí, padre.
Segundo tranquillo
Leo en la prensa de hoy que el
responsable de la covachuela de Economía y Finanzas de la Generalitat, Oriol Junqueras, se ha
propuesto poner al día la tan mencionada agencia de la Hacienda catalana. Desde
el cabo de Creus hasta Puerta Umbría se sabe que Junqueras es el primer
dirigente de Esquerra
Republicana de Catalunya. Así es que podemos establecer pacíficamente
esta correspondencia: lo que se propone hacer el consejero del ramo es aplicar
la política de su partido.
Una de las ideas que plantea
Junqueras de cara a la agencia es que «tenga en cuenta a los contribuyentes como clientes». (Les aclaro que las cursivas son mías con la idea de
llamar la atención a quienes leen en diagonal, que es costumbre de los pijos de
barrio). Así las cosas, les pregunto: ¿tengo o no tengo motivos para asombrarme?
Sí, padre; y de pasmarme.
Un dirigente político,
sedicentemente de izquierdas, que pretende trasladar el carácter de contribuyentes a clientes está introduciendo una cesura profunda en la condición de
ciudadanía. Y de ello se desprenden, como mínimo, estas inquietantes
derivaciones: lo público ya no es patrimonio de la ciudadanía, sino de un
aparato técnico, de una estructura de
Estado. O sea, los bienes
democráticos del Estado de bienestar son un estatuto concedido que ofrece
mercancías en la enseñanza, la sanidad, la vivienda, el transporte y demás
botánicas que van dejando de ser públicas. En resumidas cuentas, es la
metamorfosis de la civitas en
clientelas que están supeditadas a un poder técnico, que es nombrado por el
patrón político de turno.
Me pregunto si el candor de
algunos allegados a ERC han caído en ese detalle. Me asombra lo de Junqueras,
me pasma que algunos de sus parciales no se hayan percatado de que se está diseñando
un Becerro de Oro de nueva estampa. Perdón, de viejuno estilo.
2 comentarios:
No se puede describir de mejor forma, enhorabuena.
Gracias sr Bulla , por tan buena información .. sobre la república futura de ciudadanos.. ja .. saludos cordiales
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