miércoles, 8 de julio de 2015

Pablo Iglesias y Alberto Garzón



Lo diré educadamente: no me parece elegante que Pablo Iglesias el Joven haya llamado a Alberto Garzón a formar parte de las listas de Podemos. La respuesta de Garzón ha sido clara: no.

A mi entender es la culminación de uno de los peores vicios que tiene la política y, en particular, la izquierda: esa manía de dirigirse directamente al  electorado de otras fuerzas políticas que un servidor considera funesta. Ahora, con este llamamiento a Garzón, cabeza de cartel de Izquierda Unida, se ha superado ese estilo zafiamente prepotente, desconsiderado y, por lo que se ve, inútil. Que sólo sirve para enrabietar todavía más las relaciones de las izquierdas entre sí.

Pregunto: ¿se esperaba Iglesias que Garzón aceptara la oferta? Apuesto que no. Entonces, ¿a qué viene ese convite? Propongo esta hipótesis: se intenta que aumente la inestabilidad en IU y que aumente la desconfianza de sus militantes y grupos dirigentes entre sí. Y, a partir de ahí, provocar una Izquierda Unida constantemente desasosegada, intentando resistir como los últimos mohicanos.

Por lo demás, no deja de ser inquietante que el marchamo que ostenta Podemos de atribuirse el protagonismo de la «nueva política» esté salpicado de no poca pus del navajeo y la puñalá trapera de lo más viejuno.  Algunos pueden pensar que eso es motivo de escándalo; ahora bien, dejo caer lo siguiente: ¿por qué Podemos iba a estar limpio, impoluto de los peores comportamientos que en la izquierda han sido?


Quien avisa no es traidor: da la impresión que las izquierdas dan por sentado que está escrito el definitivo agotamiento del Partido Popular. ¿Por qué se va a producir inevitablemente esa profecía? Peor todavía: con esas trazas se está dando oxígeno a las derechas, tanto las apostólicas como las que parecen emergentes. Y como diría Juan-Ramón Capella: «Menos Laclau y más Togliatti».  


(Esta foto la tengo gracias al profesor Gregorio Luri)

No hay comentarios: