La llamada
«lista con el President» --también interesadamente denominada «lista de
todos»-- ha sido posible, sólo y
solamente, cuando los dos principales partidos catalanes soberanistas
(Convergencia y Esquerra) han estado de acuerdo. Cuando se afirma que es la
«lista de la sociedad civil» se incurre conscientemente en una engañifa
caballuna. Que haya quien se crea la versión oficial sólo indicaría que la
cofradía de las almas de cántaro es realmente numerosa. En todo caso, lo
sorprendente es que cierta política necesite argumentar que una operación
política no es cosa de los políticos sino de la sacrosanta sociedad civil. El
descrédito de los políticos profesionales ha llegado a esos extremos.
Hay que
reconocer que Artur Mas ha maniobrado con
envidiable habilidad. Era perfectamente conocedor de los efectos devastadores
del caso Pujol; tenía los datos, más o menos aproximados, de que su íntimo
enemigo, ERC, le iba a sacar en las elecciones dos cabezas de caballo. En
síntesis, que su partido, Convergència, había entrado en la fase de la parábola
descendente. Lo que suponía un movimiento tectónico en Cataluña y en la
derecha, nacionalista o no, catalana. La
«lista única», apellidada sorprendentemente plebiscitaria, parecía ser una
solución brillante. Porque, además, disputaba a ERC un buen cacho de
patriotismo de país. Por lo demás, mientras ERC no quisiera –o aparentara no
querer-- sumarse al carro de una operación que se habían olido, Más tenía
tiempo para que bajara la olla del descrédito de su propia formación política.
Ahora
empieza el segundo acto de la farsa: existe una lista de una sociedad no
convocada al efecto, que ha sido elaborada por dos partidos que se han
convocado finalmente para ese particular. O sea, estamos en la farsa de El barbero de Sevilla, sin Fígaro,
gestionada sólo por el Duque de Almaviva.
Así pues,
la lista es el símbolo de una argucia sofisticada. Los nombres de los alistados
sería lo de menos, si no fuera por su estrambótica composición. Incluso el
nombre del primero, el ex eurodiputado Raül Romeva,
es electoralmente irrelevante. Tengo esta hipótesis: ni siquiera le hará un
rasguño a la antigua formación de este Romeva, ICV. Lo que no empece que será
profusamente exhibido a granel. Pero comoquiera que estimo la irrelevancia electoral
de dicho nombre, me ahorro discurrir por qué la encabeza. Habrá que echar mano
de un mordaz Gabriel Jaraba que, si viviera en tiempos de Goethe, sería
el responsable de su logia masónica. Jaraba, que debe tener ancestros de la Vega santaferina, que baña el
río Genil, nos proporciona la siguiente explicación: «Romeva es como aquel tipo
de la película de Charlot, que pasaba por allá, ve un trapo rojo y lo agarra, y
la gente le sigue». Con una diferencia: Tiempos
modernos es una obra de arte, mientras esta operación es un bodrio.
Sea como
fuere, tenga o no tenga razón este posible responsable de la logia do militaba
Goethe, convenimos en que estamos ante una lista comistrajo, dado el carácter
irregular y extravagante de los alistados. Así pues, ¿qué más da quien lo
encabece? El hecho relevante es que en este comistrajo van a figurar personas
inequívocamente de izquierdas junto a personas del más enloquecido
neoliberalismo como el profesor Sala i Martín, el hombre de una cara y mil
chaquetas. Todos ellos trabajando para la recuperación política de Artur Mas y
sus franquicias.
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