Primero. La Europa de los grandes
capitales ha derrotado al gobierno griego. Se trata de una derrota política,
cuyas consecuencias más directas las pagará el pueblo griego y muy
especialmente sus sectores menos favorecidos. Sin embargo, entiendo que esta victoria
de los grandes capitales no resuelve ningún problema, al menos aquellos que
pretendía, de boquilla, resolver.
Ahora bien,
siendo el gobierno griego, Syriza y los sectores menos favorecidos los
derrotados, la gran derrotada –por el momento, un momento que nos podemos
predecir su duración-- ha sido la Europa social. Ciertamente,
Tsipras y Syriza están obligados a hacer un examen de lo que ha ocurrido. Pero la Europa social no pude no
dejar de hacer su propia reflexión. Si, en cambio, afirma que “eso no va
conmigo”, aumentará su probada estupidez y su proverbial ceguera. Porque
---¿cuántas veces habrá que repetirlo?— la Europa social ha sido derrotada sin paliativos. En
realidad, era ella la que estratégicamente estaba en el punto de mira de los
grandes capitales. Grecia ha sido el pretexto. Una política francesa ha sido
quien ha remachado el clavo con la más dura afirmación: «No podíamos permitir
que Syriza fuera la CGT
[el histórico sindicato francés] de Europa».
Lo cierto y
verdad es que las izquierdas europeas han estado a la altura del betún. Unas se
han contagiado de la única verdad
propuesta por los grandes capitales; otras ni siquiera se han atrevido a poner
en marcha potentes movilizaciones de masa en sus propios países de apoyo a los
griegos. Ha habido, eso sí, manifestaciones de cuatro y el cabo y alguna que
otra declaración de apoyo. Y para rematar la astracanada alguien clamó
demagógicamente: «Alexis, aguanta, que vamos llegando» cuando todo el pescado
estaba ya vendido. Y sin falta a esa cita también estuvieron chicoleando, como
funambulistas quienes pretendían dar lecciones a los griegos.
Estas
izquierdas de campanario también han sido derrotadas, aunque sería más acertado
decir que vienen paseando su poquedad desde hace no poco tiempo.
Pero caído
el viejo Sísifo, hay que pensar en que un joven Sísifo se vuelva a levantar. Según
los clásicos ese es su constante quehacer.
Segundo. Si las
izquierdas españolas reconocen que, tras el estrangulamiento de Grecia, también han sido derrotadas propiciaria
el inicio de una nueva caminata. Siempre y cuando ese reconocimiento estuviera
acompañado por unos hechos radicalmente nuevos en lo atinente a las relaciones
de los unos con los otros. Así pues, deben reconocer que ahora –ahora mismo, se
entiende-- son más débiles que hace una
semana. Los acontecimientos griegos han debilitado, al menos momentáneamente,
al gran estratego y al pitufo gruñón. Y la derecha española
tiene unas bases retóricas para seguir acollonando al personal, exhibiendo su
parte de responsabilidad en la derrota griega. Estas son, desgracidamente, las variables de
la nueva situación. Si el gran estratego
no toma buena nota de ello es que todavía sigue en Primero de Laclau. Porque es
el principal afectado y perjudicado.
Parece, por
tanto, apropiada una pregunta: ¿esta nueva situación no aconseja una
reconsideración de la postura del gran estratego sobre las elecciones que están
a la vuelta de la esquina? Lo ideal sería –dispensen que siga chocheando-- que Podemos propicie una gran coalición de
las fuerzas de izquierda que se autocalifican de alternativas. No se trata de
generosidad ni humildad sino de puro realismo, de haber entendido las variables
que ha introducido en la política española la nueva situación griega. O lo
entienden esos retóricos que no paran de hablar ni siquiera debajo del agua o
cabe la fundada hipótesis de que serán penalizados en las próximas elecciones.
Y si no es
posible esa gran operación se somete al criterio del gran estratego y del
pitufo gruñón otra posibilidad: el diseño de unas relaciones de cara a la
campaña electoral de tipo no antagonista, sino emulador. E incluso de tipo
complementaria, esto es, de sumar esfuerzos. ¿Ingenuidad? De ninguna de las
maneras: sería el reconocimiento de que cada vez que se ha practicado la técnica
de mors tua vita mea el resultado ha
sido la agonía de todos los contendientes. Llámese para corroborarlo a los teléfonos
de los que están en el cementerio.
Radio
Parapanda.-- Cambio de tercio. Con
estas extremosas calores quisiera recomendar a los amigos, conocidos y
saludados –ya sean podemitas o pitufos gruñones— la lectura de una gran novela.
Su autor es un viejo conocido, Justo Navarro (en la foto de arriba), de granadina natío; el título, Gran Granada,
editada por Anagrama. Lo diré
sobriamente: palabras mayores.
1 comentario:
Pues nada, amigo, lo leeremos 'a cosica hecha' y aquí debajo de Parapanda; más exactamente a la sombra del tajo de la Cobija, camino de la fuente de Don Pedro. Gracias.
Publicar un comentario