A propósito
de la afiliación al sindicalismo vamos a revisitar a Antonio Gramsci. Nuestro
amigo sardo dejó escrito lo siguiente:
«El elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada
y dispuesta desde hace tiempo, que se puede hacer avanzar cuando se considera
que una situación es favorable (y sólo es favorable en la medida que esa fuerza
existe y está llena de ardor combativo)».
Aclaremos que Gramsci está reflexionando sobre el análisis de las
situaciones y las correlaciones de fuerza en la segunda parte de sus Notas
sobre la política de Maquiavelo. [Publicada en España con el título Política y
sociedad, Ediciones Península, 1977, traducida por Jordi Solé Tura].
Resumiendo:
para intervenir en los avatares de la correlación de fuerzas el elemento
decisivo es «la fuerza permanentemente organizada». Sacar enseñanzas de esta
lección es, pues, fundamental para toda organización y, desde luego, también
para el sindicalismo. Ahora bien, lo que obviamente no podía añadir nuestro
amigo sardo era de qué manera concreta se consigue esa «fuerza permanentemente
organizada», aunque –a decir verdad--
toda su obra (y especialmente los Cuadernos
de la Cárcel )
contienen las indicaciones y propuestas necesarias para ello. Así pues, en
nuestro caso y en las condiciones de hoy, nos toca a nosotros enhebrar esa
aguja. Digo especialmente a nosotros porque la vocación del sindicalismo es ser
una organización de masas, no un corpúsculo irrelevante.
En ese
ejercicio de redacción parto de dos premisas elementales: a) el nivel de
fuerza permanentemente organizada que tenemos es necesaria, pero no suficiente
para ser determinantes en los vaivenes de doña Correlación de Fuerzas; b) si
esto es así, la pregunta es: ¿de qué manera se puede ir transformando la
condición necesaria en suficiente? Se trata de una reflexión nunca acabada que
debe ir revisándose a lo largo de todo el trayecto sindical.
¿Por dónde
escudriñar el quid de la cuestión? ¿De qué manera se puede experimentar, a
través del método ensayo y error o,
si se prefiere, prueba y error? En
principio, sugiero tres pistas: 1) el cambio del modelo de representación
sindical, 2) la plataforma del convenio colectivo y del conjunto de las prácticas
contractuales, y 3) la valoración y organización de todo lo que conquista el
sindicalismo. Como mínimo, aunque con mucho gusto, si surgen otras pistas, lo
ampliaré.
1.— El modelo de representación
Reincido
recordando lo que constatamos todos los días: el modelo actual de
representación no sólo no facilita la afiliación –«la fuerza permanentemente
organizada»-- sino que es un mecanismo
de freno. Por ello entiendo que mientras el sindicalismo no encuentre un modelo
que pueda representar la diversidad de los trabajadores de todas las tipologías
desde el centro de trabajo, los que buscan empleo y los pensionistas será muy
complicado que se incremente la cantidad y calidad de la afiliación, esto es,
la «fuerza permanente».
Digo que
será muy complicado, además, en esta fase de transformación del trabajo y de la
aparición de multitud de subjetividades, también como expresión de tales
transformaciones en el centro de trabajo. En resumidas cuentas, el augusto
anciano del comité de empresa, que fue pensado y creado para otras épocas, es
ya un sujeto inválido, lleno de achaques.
¿Por qué,
entonces, se mantiene ese modelo de representación? Entiendo que por estos
motivos: a) por la inercia a un instrumento que nos ha dado tantos beneficios y
b) por la desazón que produce entrar en nuevas experiencias. Por la desazón o,
tal vez, miedo. En esas condiciones no creo que aumente la fuerza permanente de
la afiliación.
2.-- La
plataforma del convenio colectivo
Dice Juan Manuel
Tapia, en clave apodíctica, que «la negociación colectiva es la
centralidad del proyecto sindical». Claro que sí. Con la negociación colectiva
se pretende defender los intereses del conjunto asalariado y, por ello, se les
representa, no de manera abstracta sino con la fisicidad de un instrumento
concreto. Y de la utilidad de lo conseguido se desprende la eficacia del
instrumento en cuestión.
Ahora bien,
el «conjunto asalariado» no es un segmento uniforme --¿lo fue alguna
vez?-- como nos parecía a los
sindicalistas de mi quinta en tiempos del fordismo. De aquella apreciación
sacamos una conclusión práctica: la plataforma reivindicativa era un elenco homogéneo
de reivindicaciones, deficitario de demandas de grupo. De ahí que defendiéramos
una plataforma que no hacía distingos entre los grupos erarios, entre hombres y
mujeres, entre los de «mono azul» y los de «bata blanca». Perdón por el
casticismo: era algo así como café con
leche para todos. Entendíamos, además, que de ir por otra camino corríamos
el riesgo de meternos en la ciénaga corporativista. Pero el corporativismo no
se conjuraba, ni se conjura tampoco hoy, con el café con leche para todos.
Comoquiera
que hemos abordado estas cuestiones en otros momentos no abundo en la
explicación. Tan sólo me falta decir, por ahora, que si «la negociación colectiva es la centralidad
del proyecto sindical» la plataforma reivindicativa ose corresponde con las
diversidades que conforman el conjunto asalariado o estamos intentando defender
y representar a un trabajador que ya no existe en la realidad efectiva. O, si
se prefiere, nuestra representación y tutela es sólo de carácter paliativo. En
estas condiciones no parece probable que se incremente considerablemente la
fuerza permanente que constituye la afiliación.
3.— La valoración y organización de las
conquistas
Desde los
primeros andares del sindicalismo en la legalidad arrastramos un defecto
estructural: la no valoración de las conquistas y, tal vez, por las
características movimientistas de otrora la insuficiencia de organizar nuestras
conquistas. La relación entre ambas parece evidente, y no se me caen los
anillos en afirmar nuevamente que esta ha sido una herencia negativa que los de
mi quinta hemos dejado a las generaciones sucesivas.
Hay dos
ejemplos de estos últimos tiempos que expresan
aproximadamente lo que quiero decir: una, en La utilidad del sindicato en
Seat, se relata una conquista relevante de lo que se quiere decir; la victoria
sindical y iuslaboralista con relación a la huelga de Panrico. ¿Quién lo ha
valorado? Que me lo presenten y rectifico.
Por lo
demás, las conquistas no se organizan solas. Cosa que sabemos, pero que su
conclusión práctica la dejamos para el maestro armero. Con lo que, de esta
manera, tampoco se incrementará la fuerza permanente del sindicalismo. Aclarémonos: una fuerza permanente y
pensante.
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