Ayer dábamos la bienvenida y recomendábamos el libro «Modelos de
derecho del trabajo y cultura de los juristas», que ha publicado la
editorial amiga Bomarzo. Se trata de una serie de investigaciones que
significan una celebrada incursión de sus autores en los territorios de la
historia del iuslaboralismo (en concreto de los modelos de derecho del trabajo)
que ha permanecido, en expresión de Umberto
Romagnoli, «largo tiempo sepultada y bajo un estrato de olvido». La lectura de este libro me trae a la memoria algunos planteamientos que, con
mucho gusto, traigo a colación.
Mi tesis es
la siguiente: ¿es clarificadora una biografía de Capablanca o de Karpov si no
se explican con aproximado detalle las partidas de ajedrez? En otras palabras,
la biografía del ajedrecista es fundamentalmente la del juego donde interviene
también el contrincante. Tres cuartos de lo mismo ocurre, a mi entender, con
las investigaciones sobre las vicisitudes del movimiento sindical. Salvando
pocas excepciones tales investigaciones se han caracterizado por los avatares
de las organizaciones al margen (o casi al margen) del contexto general,
especialmente de las situaciones de sus contrapartes, privadas o públicas.
Estas aparecen de refilón. De ahí que siempre haya planteado –sin el más mínimo
éxito hasta el momento-- que la
investigación debería ser primordialmente sobre el conflicto social, no sobre
una de las partes en litigio.
En esas
estamos cuando los autores del libro irrumpen y, me parece a mí, añaden (o, al
menos, se desprende de lo que dicen) un tercer actor: el iuslaboralismo. La
cosa evidentemente se complica, pero enriquece la historiografía. Quede claro:
no se trata de impugnar lo que se ha escrito sobre el movimiento sindical. Pero
lo cierto –dispensen a este viejo entrometido--
es que la enorme y fecunda relación que existió otrora entre el sindicalismo
y los iuslaboralistas apenas si ha concitado investigaciones por parte de los
historiadores. Y sin embargo, ahí están en la memoria colectiva y en las
fuentes orales.
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