Tv3, la
televisión pública catalana, se ha convertido en un medio cooptado por el
Govern de la Generalitat y sus diversas franquicias. Siempre fue la voz de su
amo, pero al menos quedaba parcialmente disimulado por su carácter global y sus
programas de alta calidad, seguramente los mejores de toda España y, en buena
medida, de Europa. Ahora, además de sierva y patrona es aldeana por los cuatro
costados, archivo de la fullería y amparo de la mediocridad.
De ese trasto, el veterano
crítico de programas televisivos, Ferran Monegal, ha dicho: «Creo que después de ver estos últimos años de informativos te
das cuenta de cómo TV3 ha desconectado de la totalidad de Cataluña, solo
representa a una parte. Se ha transformado en una maquinaria de agitación y
propaganda» (1). No menos severo es otro reputado crítico, Víctor—M.
Amela, que ayer mismo arremetió contra la misma cadena: «Comete una mala
práctica periodística al burlar la pluralidad que todos reclamamos».
En suma, estamos hablando de un medio que ha seguido los pasos del
fenecido Canal 9 de
Valencia.
Así las cosas, no es de extrañar la considerable pérdida de audiencia de
Tv3. Lo que va en paralelo con una gestión financiera ruinosa. Casi lo mismo, casi
lo mismo del Canal 9.
Señoras y señores, así es TeleProcés. Una
sugerencia, desconecten de ese trasto y vean Tele
Matarenys.
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