Primer tranco
Federico Trillo
merece una total reprobación. Sin paliativos. Sólo sus amigotes de francachela
política le justifican o ponen paños calientes a su actuación antes, durante y
después del asunto del Yak-42. Hemos hablado de ello en http://lopezbulla.blogspot.com.es/2017/01/no-solo-fue-trillo-tambien-aznar-aquel.html. Y, como Pereira, sostenemos lo dicho. Ahora bien, tras las
martingalas de Mariano Rajoy
y sus alabarderos sobre el particular, me parece conveniente introducir algunas
variaciones (en el sentido musical del término) sobre lo dicho.
El Consejo de Estado ha emitido
un informe sobre el caso Trillo. La condena es tan severa como tremendo fue el
comportamiento del entonces Ministro de Defensa. Que dicho personaje reaccione
de la manera que lo ha hecho entra dentro de la lógica de esas personas sin
honor ni vergüenza alguna. Trillo es ansí.
Sin embargo, ahora el problema principal lo tiene el Gobierno. Que tal vez no
quiere reaccionar honorablemente porque Trillo conoce todas las vísceras del PP y, capataz de sus
problemas con la Justicia, sabe que puede tirar de la manta e, incluso,
llevársela. O sea, el hombre de Pontevedra sabe que Trillo sabe hasta dónde
llega la inmundicia de la cofradía.
Segundo tranco
Tenemos un problema. Los
altísimos niveles de corrupción y degradación de la vida política española
están concretando un panorama de, digamos, normalización.
Y más singularmente en el Partido Popular. Estos escándalos se dan en un
contexto asimétrico: la opinión pública y determinados medios de información
los miran con absoluta severidad, pero la vida política no acaba de censurarlos
con la contundencia y eficacia que merecen. Y menos ahora, pues temen que, tras
la recuperación en Mayo de la facultad del presidente de disolver las Cámaras, el hombre de Pontevedra vuelva a convocar
elecciones generales.
Más todavía, el potencial que
suscitó hace ya un tiempo la exigencia de la regeneración de la vida política
ha desaparecido. ¿Dónde está esa demanda que enarbolaron, tiempo ha, los dos
partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos? En el fondo del mar, matarilerilerón.
El primero está sumido en sus distracciones internas; el segundo, temeroso de
que una buena parte de su electorado vuelva a la casa paterna o a sus
domicilios particulares.
Y no obstante el caso Trillo y
la cómplice amabilidad del Partido Popular vuelven a poner en primera página la
regeneración de la vida política e institucional. Sin ella, España seguirá
siendo un terreno enfangado.
Tercer tranco
El Parlamento no puede mirar
para otro lado. La oposición no puede mirar a otro lado. Nadie que tenga honor
puede mirar a otro lado. So pena, todos ellos, de ser una algofifa. Tampoco ese
Trillo, tire o no tire de la manta, puede ser un servidor público. De ninguna
de las maneras debe acceder al Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado. Se
dice que el hombre de Pontevedra obligó a Juan Manuel Soria a renunciar a su reingreso en
la Administración Pública. Sea verdad o no, el caso es que estábamos en un
proceso electoral y a Rajoy no le convenía otro escándalo añadido. Ahora, Rajoy
está en el baldaquino de la presidencia del gobierno y la contingencia política
es otra. Pero, entonces, hemos de convenir que la regeneración política está al
albur de las contingencias. Y don Mariano, siempre pendiente de los marramiaus
del hombre de las Azores.
O la regeneración política e
institucional o el precipicio de la degradación.
Cuarto tranco
Hubo alguien en tiempos antiguos
que dejó escrito: «Hágase justicia aunque se hunda el mundo» (Fiat iustitia et pereat mundus). El gran
jurista catalán Francesc
Casares –socialista, reputado iuslaboralista, hombre bueno— contradijo
dicho aforismo, y nos enseñaba que: "No hay que aplicar la ley aunque el mundo se hunda, sino que hay que aplicarla para que el mundo no se hunda". Casares, padre noble de la izquierda.
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