Pablo e Íñigo. Íñigo y Pablo. La
llamada «fábrica del amor» se ha atascado. Están en ruda zapatiesta ambos entre
sí. La teoría de los límites que figura en el Análisis matemático expresa que,
por los menos hasta la segunda Vistalegre, la zahúrda se irá ampliando.
Después, ya se verá. O esto acaba como lo de César y Pompeyo o, al final, los
montes parirán un ratoncillo. En todo caso, el plato de porcelana fina se ha
resquebrajado.
Les propongo a Pablo e Íñigo –o,
si se prefiere a Íñigo y Pablo, porque el orden de factores aquí altera el
producto— que recapaciten en torno a una anécdota que viví personalmente a
principios de los años 80. Era cuando el Partit Socialista Unificat de
Catalunya (PSUC) se
estaba rompiendo a todo meter.
Manuel Vázquez
Montalbán y un
servidor estábamos en un acto de solidaridad con el periodista Xavier Vinader,
que era la niña de nuestros ojos. Es el famoso «caso Vinader». El periodista había
sido condenado por la Audiencia Nacional a siete años de prisión mayor como
autor de un delito de imprudencia temeraria de carácter profesional, como
consecuencia de la publicación en la revista Interviu de dos reportajes sobre
las actividades de los grupos incontrolados de extrema derecha en el País
Vasco.
Se nos acerca la diputada socialista Anna Balletbó que, atribulada, nos pregunta que qué nos pasa
en el PSUC. Manolo que en esta ocasión estaba que se subía por las paredes por
lo de Vinader le respondío: «Anna, cuando los socialistas seáis un partido os
pasará lo mismo que a nosotros». Estábamos los tres solos. (MVM, al final del
acto, se acercó a la Balletbó y le pidió disculpas por su pronto).
Pablo e Íñigo, no os deseo lo mismo que le
sucedió al PSUC. Pero, ¡por la Virgen del Pasmo!, poned algo de vuestra parte.
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