"He oído decir que en Tebas está en vigor una ley
que ordena a los artistas, tanto a pintores como a escultores, retratar
favorecidos a sus modelos. La ley impone como multa una cantidad de mil dracmas
para quienes los hayan pintado o esculpido desfavorablemente". Esta información se la debemos a Claudio Eliano, y ha llegado a nosotros a
través del Café de Ocata, el blog de culto del profesor
Gregorio Luri (1). Ya tenemos, por tanto, una
primera pista para desconfiar del parecido de las esculturas y retratos con las
consideradas, con razón o sin ella, grandes figuras de la Historia. Pues cabe
colegir que de Tebas se extendió a otros lugares hasta quedar ya sentada con
mayor o menor rigor.
Primera conclusión: estaría, pues, fundada nuestra suspicacia
cuando observemos determinada musculatura en las estatuas de famosos
condottieros en las ciudades italianas, incluso la del mismísimo Cosme de Medici en Florencia; y no digamos hasta qué
punto nos vemos obligados a desconfiar de los retratos que le hicieron a Carlos, que fue primero en España y quinto en Alemania, y al
resto de su parentela. Posiblemente podemos hacer una excepción con Goya, porque era imposible mejorar sus caras bobaliconas,
irresolutas que ya anunciaban futuras maneras de los que les siguieron. O
porque Goya era de armas tomar.
Habrán observado que la legislación tebana, referida
por Claudio Eliano, nada dice de cómo deben comportarse los hombres de letras,
incluida la cofradía de los filósofos. Con lo que cabe proponer algunas
suposiciones: o bien ese personal ya estaba en el ajo y, por ello, no hacía
falta llamarles la atención o bien era imposible coaccionarles con este u otros
atropellos legeferendarios. En todo caso, siempre se
podía recurrir al fondo de reptiles, que acuñó Bismarck que estaba hasta la cruz de sus calzones
en su conflicto con los partidarios de los Hannover: «utilizaré su dinero para perseguir a
estos reptiles hasta sus propias cuevas», dijo con acento prusiano. Así nació
el formalmente término fondo de reptiles,
pero con toda probabilidad la práctica ya venía de antañazo. Por ejemplo, no
creo que el excelso Virgilio hubiera puesto
tanto entusiasmo a hacerle la pelotilla a Augusto sin que mediara algún que otro
reptil por medio. Que el gran Virgilio fuera divino no empece que tuviera
necesidades humanas.
No así Dante, el Enviado de Virgilio en
la Tierra. Me apuesto lo que sea que nunca recibió un chavo de nadie. Por la
siguiente razón: en la Divina Comedia no
deja títere con cabeza. Ni a los poderes económicos, que ya empezaban
tímidamente a globalizarse; ni al Papa, a quien llamó educada y literalmente
«cloaca»; ni a los güelfos, ni a sus amigos los gibelinos. Dante era mucho
Dante.
Sabemos que hoy no rige la vieja ley tebana, aunque quedan algunos
rescoldos. Por ejemplo, el antes citado fondo de reptiles. Que, aunque se
declina en singular, en realidad es tan plural como las especies de los
invertebrados. Ahí están, viendo pasar el tiempo, esas cohortes de
comentaristas, tertulianos y paniaguados de
toda laya. Me permito un paréntesis: nunca entenderé la inútil saña que contra
ellos se vierte en las llamadas redes sociales. Porque cada vez que alguien
mienta la madre del tertuliano éste ve incrementado su caché. Podemos intuir
que el insultado contabiliza las invectivas que recibe, los presenta a su
benefactor y éste le paga el porcentaje correspondiente. Sabemos, además que
hay una escala directamente proporcional al insulto: por llamarle traidor la
minuta es de un x por ciento; si se
le endilga lo de hijo de puta la comisión es del y por ciento, sabiendo en este caso que y es mayor que x. Con lo
que el tertuliano hace su agosto a cuenta de los irascibles comentarios. Se
cierra el paréntesis.
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