(Un ejercicio de redacción)
Algunos autores tienen un
consumado magisterio de pasar de los manjares literarios a la pitanza más
indigesta cuando cambian de género. Pongamos que hablo de Javier Marías, muy capaz de novelar con gusto y, ocasionalmente,
ofrecernos por el contrario una serie de pitracos en forma de artículos periodísticos. Para
muestra un botón: su último artículo en El País dominical de ayer y en el blog
del autor (1). Ignoro las razones de la versatilidad de Marías, quiero decir
los motivos que le llevan a pasar del coro al caño de una manera tan desparpajada.
Ignacio Sánchez—Cuenca, autor del libro La desfachatez intelectual (Catarata 2016)
nos habla --largo, tendido y sin pelos en la lengua-- de estos asuntos, refiriéndose a algunos
exponentes de la crema de la intelectualidad española.
A Javier Marías no le gusta
Podemos. Nada que objetar: cada cual baja o sube las escaleras como quiere. Por
lo tanto, el autor (interviniendo claramente en la campaña electoral como es su
derecho-deber) expone sus consideraciones sobre el particular. Otra vez: nada
que objetar. Pues bien, a tal artículo me confronto desde la modestia de un
ejercicio de redacción. Ya verá el avisado lector que el nivel de observaciones
que Marías pone en circulación es un calco (o sea, algo diferente a un plagio)
de los manidos argumentarios, desde la a hasta la z, que exhiben sistemáticamente
los portavoces jabalíes del Partido Apostólico y algunos de sus alrededores.
Con lo que Marías toca una partitura de otros compositores. ¿No le sería
exigible que, al menos, alguna crítica fuera fruto de su particular cosecha?
Por otra parte, sorprende que un
intelectual utilice el mismo estatuto del tertuliano de garrafón, vale decir:
el uso de una lógica viuda, que prescinde de la demostración de los predicados;
la irascible sintaxis que abusa de los adjetivos a golpe de improperio; la militancia
hooligang en el nihilismo de secano; la estridente imitación de la escritura de
aquel César González—Ruano
que tuvieron que soportar la generación de mis padres y los primeros años del
uso de razón de la mía. Lo que lleva a Marías a formar parte de la caravana del
matonismo de la palabra.
Digamos las cosas sin
perifollos: no creo que Marías forme parte de una intelectualidad subvencionada;
mi impresión es otra: se trata del resultado de un agotamiento –definitivo o
no-- de su capacidad de pensar con las
convenciones y normas de la lógica. Por supuesto, se puede poner verde a Podemos, pero a un intelectual le debemos
exigir que cumpla los códigos y artificios de una crítica con punto de vista
fundamentado. Competir, además, con los solecismos y fantasmadas de los
portavoces jabalíes es invadir un terreno que, para mi paladar, debería estar
vetado al intelectual que se precie de tal, ya sea de derechas, izquierdas o
activista de la Brigada
Brancaleone.
Lo dicho: lean La desfachatez intelectual. Tal vez al
profesor Sánchez—Cuenca se le haya ido un poco la mano a la hora de enjuiciar a
estos nuevos clérigos, pero en todo caso se queda corto sobre algunos de ellos.
1 comentario:
http://todoloqueseaverdad.blogspot.com.es/2016/04/un-articulo-de-sanchez-cuenca-con-pocos.html
Es más fácil predicar...
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