Primer
tranco
De un lado,
los grupos dirigentes de Podemos son, como se sabe, jóvenes universitarios que
tras una militancia en diversos movimientos sociales (especialmente en el 15 M ), se han comprometido con
la política; de otro lado, tres intelectuales veteranos como el profesor Gabilondo, el poeta Luis García
Montero y la ex jueza Manuela
Carmena, entre otros, se tiran al
ruedo de la política señalando que lo hacen tras un compromiso meditado. Este
elenco de personalidades hace tiempo que escriben sobre problemas actuales, siendo
éstas las que nutren su compromiso intelectual, cívico y político. Ello, en mi
opinión, les diferencia de otras corrientes críticas del hemisferio de la
izquierda que, como el caso de Toni Negre y otros, se basan en sus experiencias
de las derrotas de los años setenta y ochenta. La pregunta que nos hacemos es
la siguiente: ¿tal compromiso, el de esos jóvenes y veteranos intelectuales,
tiene alguna relación con las diversas situaciones que hubo en el pasado entre
la intelligentsia y la política, más concretamente con la política de
izquierdas? Sin duda, pero habrá que señalar algunas diferencias que superan el
matiz.
Primero.-- «Ser un intelectual marxista a principios del
siglo XX significaba encontrarse a la cabeza de las organizaciones obreras del
propio país», nos dice Razmig Keucheyan en su libro Hemisferio izquierda, un mapa de los nuevos pensamientos críticos (Siglo XXI, 2013). En concreto, Lenin y sus amigos bolcheviques, Kaustky y Berstein, Gramsci y Togliatti eran reconocidos intelectuales y dirigentes de primer nivel de sus respectivos partidos. Que, en los casos de Podemos, parece tener una clara semejanza. No así en los de Gabilondo, García Montero y Carmena.
propio país», nos dice Razmig Keucheyan en su libro Hemisferio izquierda, un mapa de los nuevos pensamientos críticos (Siglo XXI, 2013). En concreto, Lenin y sus amigos bolcheviques, Kaustky y Berstein, Gramsci y Togliatti eran reconocidos intelectuales y dirigentes de primer nivel de sus respectivos partidos. Que, en los casos de Podemos, parece tener una clara semejanza. No así en los de Gabilondo, García Montero y Carmena.
Segundo.-- Tras la derrota de la revolución alemana de
1923, Adorno, Sartre, Althusser, Della Volpe, Marcuse y algunos otros marxistas
que dominan el ciclo 1924 – 1968, tienen características que difieren de la de
los marxistas del periodo precedente. Primero, ya no mantienen lazos orgánicos
con el movimiento obrero ni, sobre todo, con los partidos comunistas y,
gradualmente, se van distanciando tanto política como intelectualmente de las
organizaciones políticas y sindicales del movimiento obrero hasta llegar a una
situación de glaciación entre política de izquierdas y la intelectualidad. Atención,
ello no quiere decir que tales intelectuales se deslindaran del compromiso con
lo social. En honor a la verdad, diremos que hubo sus excepciones, como el caso
italiano, por ejemplo.
Que el divorcio orgánico se estaba
ampliando lo percibió con claridad, instrumentalmente o no, Santiago Carrillo quien ya en 1968, a tenor de los acontecimientos
del mayo francés, habló con énfasis de la «alianza de las fuerzas del trabajo y
la cultura» sobre la que, pasado un corto espacio de tiempo tras su formulación,
fue desapareciendo de la sintaxis del Partido comunista de España.
He hablado de «glaciación» de la relación
de los intelectuales con la izquierda política. Pero, como he dicho más arriba,
también afectó al movimiento sindical español. Este es un tema sobre el que los
sindicalistas hemos guardado, desde hace años, un llamativo silencio. Añado que
siempre –y ahora mismo-- he sido incapaz
de explicar los motivos de aquel distanciamiento.
Segundo tranco
Hay ciertos
elementos que me llevan a pensar que esa glaciación está cambiando. La modestia
de ese cambio, sin embargo, no oculta las líneas tendencias que se abren. De un
lado, hemos podido ver determinados rasgos de nueva relación entre grupos de
intelectuales y las argumentaciones sindicales en torno a la convocatoria de
importantes conflictos sociales, incluidas las últimas huelgas generales. De
otro lado, la irrupción de ese amplio grupo de universitarios construyendo el
espacio político de Podemos y el compromiso (todavía incipiente y minoritario)
de intelectuales en torno a la política, la política de izquierdas. Se dirá que
en los casos de Gabilondo y García Montero han servido para desbloquear el
pantano en que se encontraban, previos al compromiso de éstos, las listas
electorales de Madrid tanto del PSOE como de Izquierda Unida. Pero, siendo
verdad, no desmerece –antes al contrario— la opción de vida que han hecho estos
dos amigos.
Es más, me
atrevería a susurrar que todos ellos han venido con un nuevo material político
y cultural: la soberanía, la ciudadanía y la utopía de la que poco o más bien
nada hablaron los intelectuales orgánicos de la izquierda vincente (que diría Bruno Trentin) de
los tiempos de María Castaña o de los años setenta.
Y para
celebrar esta novedad Radio Parapanda les pone
en conocimiento del homenaje a Pietro Ingrao en
Roma el mismo día que el maestro cumplía cien años:
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