sábado, 4 de abril de 2015

¿Vuelve el compromiso de los intelectuales?



Primer tranco


De un lado, los grupos dirigentes de Podemos son, como se sabe, jóvenes universitarios que tras una militancia en diversos movimientos sociales (especialmente en el 15 M), se han comprometido con la política; de otro lado, tres intelectuales veteranos como el profesor Gabilondo, el poeta Luis García Montero y la ex jueza Manuela Carmena, entre otros,  se tiran al ruedo de la política señalando que lo hacen tras un compromiso meditado. Este elenco de personalidades hace tiempo que escriben sobre problemas actuales, siendo éstas las que nutren su compromiso intelectual, cívico y político. Ello, en mi opinión, les diferencia de otras corrientes críticas del hemisferio de la izquierda que, como el caso de Toni Negre y otros, se basan en sus experiencias de las derrotas de los años setenta y ochenta. La pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿tal compromiso, el de esos jóvenes y veteranos intelectuales, tiene alguna relación con las diversas situaciones que hubo en el pasado entre la intelligentsia y la política, más concretamente con la política de izquierdas? Sin duda, pero habrá que señalar algunas diferencias que superan el matiz.

Primero.--      «Ser un intelectual marxista a principios del siglo XX significaba encontrarse a la cabeza de las organizaciones obreras del
propio país», nos dice
Razmig Keucheyan en su libro Hemisferio izquierda, un mapa de los nuevos pensamientos críticos (Siglo XXI, 2013).  En concreto, Lenin y sus amigos bolcheviques, Kaustky y Berstein, Gramsci y Togliatti eran reconocidos intelectuales y dirigentes de primer nivel de sus respectivos partidos. Que, en los casos de Podemos, parece tener una clara semejanza. No así en los de Gabilondo, García Montero y Carmena.

Segundo.--  Tras la derrota de la revolución alemana de 1923, Adorno, Sartre, Althusser, Della Volpe, Marcuse y algunos otros marxistas que dominan el ciclo 1924 – 1968, tienen características que difieren de la de los marxistas del periodo precedente. Primero, ya no mantienen lazos orgánicos con el movimiento obrero ni, sobre todo, con los partidos comunistas y, gradualmente, se van distanciando tanto política como intelectualmente de las organizaciones políticas y sindicales del movimiento obrero hasta llegar a una situación de glaciación entre política de izquierdas y la intelectualidad. Atención, ello no quiere decir que tales intelectuales se deslindaran del compromiso con lo social. En honor a la verdad, diremos que hubo sus excepciones, como el caso italiano, por ejemplo.

Que el divorcio orgánico se estaba ampliando lo percibió con claridad, instrumentalmente o no,  Santiago Carrillo quien ya en 1968, a tenor de los acontecimientos del mayo francés, habló con énfasis de la «alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura» sobre la que, pasado un corto espacio de tiempo tras su formulación, fue desapareciendo de la sintaxis del Partido comunista de España.

He hablado de «glaciación» de la relación de los intelectuales con la izquierda política. Pero, como he dicho más arriba, también afectó al movimiento sindical español. Este es un tema sobre el que los sindicalistas hemos guardado, desde hace años, un llamativo silencio. Añado que siempre –y ahora mismo--  he sido incapaz de explicar los motivos de aquel distanciamiento.


Segundo tranco


Hay ciertos elementos que me llevan a pensar que esa glaciación está cambiando. La modestia de ese cambio, sin embargo, no oculta las líneas tendencias que se abren. De un lado, hemos podido ver determinados rasgos de nueva relación entre grupos de intelectuales y las argumentaciones sindicales en torno a la convocatoria de importantes conflictos sociales, incluidas las últimas huelgas generales. De otro lado, la irrupción de ese amplio grupo de universitarios construyendo el espacio político de Podemos y el compromiso (todavía incipiente y minoritario) de intelectuales en torno a la política, la política de izquierdas. Se dirá que en los casos de Gabilondo y García Montero han servido para desbloquear el pantano en que se encontraban, previos al compromiso de éstos, las listas electorales de Madrid tanto del PSOE como de Izquierda Unida. Pero, siendo verdad, no desmerece –antes al contrario— la opción de vida que han hecho estos dos amigos.

Es más, me atrevería a susurrar que todos ellos han venido con un nuevo material político y cultural: la soberanía, la ciudadanía y la utopía de la que poco o más bien nada hablaron los intelectuales orgánicos de la izquierda vincente (que diría Bruno Trentin) de los tiempos de María Castaña o de los años setenta.  

Y para celebrar esta novedad Radio Parapanda les pone en conocimiento del homenaje a Pietro Ingrao en Roma el mismo día que el maestro cumplía cien años:  




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