viernes, 10 de octubre de 2014

EL «PRINCIPIO DE IMPUNIDAD» DE LOS DE ARRIBA



Hans Jonas nos dejó un libro que, en mi indocta opinión, ha sido poco estudiado: El principio de responsabilidad que publicó la Editorial Herder en 1995. Se trata de una obra que provocó un considerable mazazo a la conciencia crítica; tal vez por ello se organizó a cosecha hecha el ninguneo del libro por parte de los poderes (grandes, medianos, medianicos y diminutos). Ni siquiera esta obra figura en las bibliotequillas de las sedes de la izquierda (política, social o mediopensionista). Hans Jonas iba por libre, y a nadie le gusta que un intelectual sea un francotirador.

 

Sin embargo, los imperativos que nos dejó el autor adquieren mayor relevancia en los días que corren. Hoy, la «sociedad del riesgo» --de la que tanto nos ha hablado Ulrich Beck--  está siendo leída torticeramente y, sobre todo, de manera interesada por los poderes de gran formato y también por los de calzón corto. Así las cosas, y violentando lo que dice su autor, la sociedad del riesgo, que ya no es una contingencia, es la expresión de un desajuste sistémico al margen de la actividad, directa o indirecta, del hombre. Por lo tanto, no hay responsables. En todo caso, si hubiera o hubiese algún responsable ahí está la antañona figura del Maestro Armero que es muy anterior a la aparición de los libros de Jonas y Beck. Sin embargo, para que todo tenga lógica, esta figura singular, el Maestro Armero, ha ido desapareciendo de los idiolectos patrios para que tenga sentido que nadie es responsable de nada.

 

Ahora bien, los poderes –dejemos ahora al margen los medianos, medianicos y mediopensionistas--  han creado algo que podríamos definir como el «principio de impunidad de los de arriba»: el poder ninguna es responsable de nada; la responsabilidad siempre está abajo. Es el maquinista cuando el tren descarrila; eso es cosa del albañil cuando el afamado Calatrava ve que su edificio acaba haciendo un estropicio; la culpa está en la codicia de esos ancianos que ponen sus ahorros en manos de las preferentes. La guinda de ese «principio de impunidad», durante estos días, está en el endosamiento hacia la enfermera madrileña de las responsabilidades de la catástrofe del ébola: ella, Teresa Romero, la infectada por el virus, es la responsable; las estructuras patógenas del poder nada tiene que ver en ello. Decir que esto es obscenidad es irse por las ramas: la obscenidad es esa clase de poder. Y más concretamente cuando taxativamente ordena a sus estructuras (no menos patógenas) aquello de «tapaos los unos a los otros». 

 

Apostilla.--  Es recomendable que en las bibliotequillas de las sedes de las izquierdas estén los libros de Hans Jonas. De esa manera, cabe la posibilidad (remota, desde luego) de que alguien le eche un vistazo.




Radio Parapanda.  INCOHERENCIA por Paco Rodríguez de Lecea y Conferencia-Mesas Redondas de la OCDE y la OIT sobre la Responsabilidad Empresarial en las cadenas globales de valor de la industria de la comnfección de Isidor Boix. No se olviden de http://hcarlosiiienlucha.wordpress.com/

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