«El
Tribunal Supremo ha estimado el recurso presentado por CC.OO. contra el Real
Decreto que restringía la obligación de dar de alta en la Seguridad Social
a los jóvenes becarios universitarios o de formación profesional que reciben
contraprestación económica durante sus prácticas. Dos millones y medio de
estudiantes universitarios y de formación profesional son los potenciales
beneficiarios». Esta es una noticia de
la mayor importancia, y –como era de esperar--
ha recorrido las sedes sindicales a la velocidad de una centella. Pero
no sabemos si lo ha hecho de igual manera en las aulas. Es decir, ignoramos si
han funcionado los vasos comunicantes.
Lo
primero es valorar adecuadamente esta conquista. Porque no se reduce, con ser
importante, a una decisión del Alto Tribunal. Tiene su origen en el pacto de
pensiones, firmado con los sindicatos, que se concretó en la reforma aprobada
en febrero de 2011. Dos semanas más tarde un Real decreto restringía la
obligación de dar de alta en la Seguridad Social a los jóvenes becarios
contraviniendo tanto el pacto como la reforma legal. Valorar adecuadamente, en
este caso, quiere decir que no estamos ante un «estatuto concedido», sino ante
la conclusión de una acción sindical por la vía de la negociación.
Lo
segundo que se impone es: ¿cómo se organiza esta conquista? Esto es,
¿qué mecanismos de información y valoración se ponen en marcha para que
el estudiantado conozca su nuevo derecho y quién lo ha conseguido? Cierto, las
redes sociales es una vía adecuada para llegar a muchos jóvenes. Ahora bien,
¿de qué manera, a través de ese medio, se consigue una adhesión de ellos hacia
el sindicato? ¿Habrá que insistir en la necesidad de mayor fisicidad personal
de y vecindad del sindicato hacia la juventud? En mi opinión, organizar esa
conquista querría decir transformar esa acción del sindicato para los jóvenes en un sindicato de los jóvenes.
Por
lo demás, conviene una reflexión que sea capaz de generar nuevas prácticas
conducentes a la superación de una limitación histórica del sindicalismo, un
sujeto cuya capacidad de conquistas está probada (y, ahora, en estos tiempos
tan ásperos también) pero que no acaba de organizar adecuadamente todo lo que
consigue. Lo que sigue pendiente desde tiempos de muy atrás. Esta limitación
de los sindicalistas de mi quinta
todavía no ha sido corregida.
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