Homenaje a Paco Antequera, fundador de CC.OO. y padre noble de la izquierda.
El lema de este blog es: "Nada curo llorando y nada empeoraré si gozo de la alegría" (Arquíloco).
lunes, 10 de junio de 2013
LOS TÉCNICOS Y EXPERTOS DE Y EN COMISIONES OBRERAS
Homenaje a Paco Antequera, fundador de CC.OO. y padre noble de la izquierda.
Comisiones Obreras ha tenido
recientemente una amarga experiencia en su relación con el responsable del
Gabinete técnico por la (sabida) cuestión del planteamiento de éste en la
llamada Comisión de Sabios que trata de la sedicente reforma de las pensiones.
Antes de meterme en harina diré que me reafirmo en mi escrito CC.OO, mi
sindicato, con el culo al aire. Ha sido, efectivamente, una amarga
experiencia que ha sido vivida, además, de manera muy angustiosa por un amplio
sector de dirigentes sindicales, especialmente aquellos que tienen una mayor
proximidad y vecindad con los trabajadores. Doy fe porque viví una experiencia
muy directa de ello el viernes pasado cuando celebramos en Blanes el homenaje a
nuestro querido compañero Paco Antequera, fundador de nuestro sindicato y padre
noble de la izquierda.
Precisamente porque las
aguas todavía no se han serenado quiero introducir una serie de reflexiones en
torno a la relación entre los «los técnicos» (que son sindicato), las
estructuras sindicales, el conjunto de los afiliados y los trabajadores. Si me
meto en este terreno un tanto complicado es porque temo que, tras esta
experiencia tan negativa, puedan correr vientos que vayan en la dirección de
coartar la libertad de investigación de nuestros científicos sociales:
economistas y sociólogos, historiadores y de otras disciplinas. Sin libertad de
investigación también nuestro sindicato quedaría reducido a la nada. Y lo que
vale para «nuestros técnicos», tiene la misma consideración para todos aquellos
que no están en nuestras filas. Más todavía, soy de los que reivindican una «tensión
creadora» entre la estructura sindical y los científicos sociales ya sean
internos del sindicato o externos al sindicato.
Nuestros técnicos no pueden
tener menos derechos que los afiliados y sus cuadros dirigentes a la hora de
decir la suya. Por lo tanto, aprovechar lo recientemente sucedido para cerrar el
grifo de la investigación sería asaz contraproducente. Tres cuartos de lo mismo
diría sobre lo siguiente: sería un paso atrás –repito: tras esta infausta
experiencia-- que reapareciera algún
brote de obrerismo o de desconfianza hacia los científicos sociales que hay en el
sindicato y, más todavía, hacia los que necesita el sindicalismo confederal.
Cuestión diferente es cuando
tales científicos sociales (al igual que los grupos dirigentes, a cualquier
nivel) representan –directa o indirectamente— a la organización. Unos y otros,
en ese caso, la voz orgánica es la que se ha decidido en la discusión previa en
la organización. Y, en este caso, vale la pena decir que cuando chirrían
algunas voces tal vez la cuestión está en que el debate ha tenido poco
perímetro o francamente no ha existido.
Voces amigas me han pedido que reflexione y proponga
algo así como un Estatuto de comportamientos del científico social de
Comisiones Obreras. De ninguna de las maneras me sumo a ese carro. Sería una
especie de desconfianza apriorística y una discriminación con relación al resto
de los afiliados y estructuras sindicales. El antídoto para todos es la
discusión circular, abierta y, tras ella, la concatenación de síntesis
sucesivas hasta conseguir eso que se llama el acuerdo o –si se quiere-- la posición que llamamos oficial.
En todo caso, vale la pena recordar que la «posición
oficial» del sindicato en torno a las pensiones ha sido nítidamente clara, y como dice un reciente documento, encabezado por Enrique Lillo, «las
conclusiones del Informe [de los
expertos] quiebran los planteamientos colectivos y de consenso hasta ahora
defendidos por nuestra Confederación». Lo que es, como puede verse, una
desautorización en toda la regla de lo que M. A. García ha aprobado en
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