Dice Antonio Baylos (y dice bien) que «el sindicalismo ha
mantenido en este aspecto una visión instrumental de los saberes técnicos. Lo
que quiere decir que el conocimiento “técnico” está al servicio de la acción
sindical. Eso se traduce en una relación medios / fines que hace que la
orientación y los objetivos de la “asistencia” técnica deban servir a la
estrategia del sindicato y a la toma de decisiones del mismo». Yo diría que
aquí está el problema. Por supuesto, esto lo venimos arrastrando desde los
primeros andares de Comisiones Obreras.
Ahora bien, tras el «affaire Miguel Ángel García» ese estilo o forma de
ser sindicato ha entrado en crisis.
Exactamente, ¿qué entiendo por ello? Lo siguiente: considerar
que el técnico es la prótesis técnica
de los órganos dirigentes; las muletas del sindicalismo en las cuestiones,
dispensen la redundancia, consideradas técnicas. Así las cosas, el sindicalismo
está dando por sentado que sus limitaciones científicas deben ser suplidas por
el personal que tiene unos determinados conocimientos específicos en diversas
disciplinas tanto técnicas como humanísticas: desde el economista hasta el
iuslaboralista. En esa tesitura –este es un ejemplo personalizado-- desde Jorge Aragón hasta Enrique Lillo, esta
«cofradía variopinta» sería el aparato ancilar pero no el sindicato-pata negra. Y, de esa forma, se
ahondaría en un defecto que viene de muy atrás: los técnicos sólo deberían
hacer los algoritmos que se desprenden de la decisión ya tomada, sin ellos, por
los grupos dirigentes al más alto nivel. En esas condiciones, los técnicos se
encontrarían en una especie, al decir de La Boétie , de
«servidumbre voluntaria» dentro del sindicalismo.
Cuando desde diversos comentarios se apunta a que nuestros técnicos deben enfocar sus
investigaciones al servicio de la causa de los derechos de los trabajadores se
está diciendo la misma redundante banalidad que si un servidor exigiera que los
sindicalistas deben defender los derechos de los trabajadores. Exigirlo a los
primeros y darlo por sentado a los segundos es, sin lugar a dudas, una
desconfianza y una prevención hacia los técnicos. Incluso un germen de sospecha
hacia el mundo de los saberes y conocimientos académicos. Y, en todo caso, la
constatación de las “dos ciudades”: una el sindicalismo pata negra; los otros,
siempre sometidos a vigilancia.
Hay que acabar con esa separación. Y para ello, tal vez,
sea necesaria una reflexión sindical –en la que participen los unos y los otros-- acerca de la relación entre el sujeto social
y la ciencia y las humanidades. Entiendo que algo se va avanzando a través de
la relación capilar que existe, entre esas “dos ciudades”, en ese foro
permanente que es la Fundación Primero
de Mayo, tal como señala el mismo Antonio Baylos.
1 comentario:
Estimado Pepe, te habla un granaino.
Creo que el debate abierto por Bailos, con tantos puntos sobre la mesa, y por ti sobra antemano.
El único problema es que el asesoramiento técnico no debe extenderse al ámbito público, sino pasar antes por la valoración ideológico-sindical. Y en este caso, de envergadura, no ha sido así. No es para tanto, ni para pedir despidos ni dimisiones.
Publicar un comentario