miércoles, 2 de febrero de 2022

La mancha de la mora con otra verde se quita, según Laura Borràs


 

Es una lástima que la palabra «suripanta» haya caído en desuso. Cuando yo era niño chico santaferino, en la Vega de Granada se utilizaba con frecuencia. Sin ir más lejos, en mi casa siempre se dijo que B* era una suripanta.   O sea, una mujer despreciable y ruin. Para los hombres se reservaba, en igualdad de condiciones, como un «ejfaratao»; es decir, por lógica de la evolución del lenguaje, un desbaratado.  

Pena, como digo, que se hayan perdido tan expresivos vocablos.

Pues bien, yo entiendo que la Presidenta del Parlament de Cataluya es la mayor aproximación posible a las cualidades de suripanta. Ustedes conocen que esta señora ha decidido que se suspende toda actividad parlamentaria durante dos días. Sabe lo que se hace porque los letrados se lo han advertido. Ojito con lo que haces, puedes acabar en la cangrí. Los motivos suripantescos de doña Laura Borràs (que así se llama) están en su rechazo a la desposesión de un diputado de la CUP por la Junta Electoral Central.

Distintos analistas hablan de profundo error, de otro disparate del independentismo, de más madera retórica para que se empalme el amorcillado ánimo secesionista. Pues, no: por ahí no van las cosas, entiendo yo. Si aplicamos el mandamiento de la navaja de Occam –siempre la hipótesis más sencilla--  caeremos en lo siguiente: lo que quiere la Borràs es que la emplumen para que se entierre su cuenta pendiente con la Justicia por corrupción, por choricilla, y no de Cantimpalo. De esta manera –tal como enseñaba la copla de Pepe Marchena-- «la mancha de la mora con otra verde se quita».

Vamos, tres cuartos de lo mismo del ardor guerrero y viajero de ese borrachuzo convicto y confeso que es Boris Johnson.  Así pues, no me sean ingenuos: la contumacia de Borràs tiene otra explicación que la dada por sesudos analistas políticos.

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