La
cara de pánico del diputado Rufián
cuando creyó que, tras su votación negativa de la reforma laboral, formará
parte de la pequeña historia parlamentaria. Debió pensar que caería el gobierno
de Pedro Sánchez, que su partido no pintaría ni una
oblea y, peor todavía, que los de Waterloo le habían ganado el pulso a ERC. Aquella cara de pavor
era, entiendo yo, la conclusión de una política irreflexiva y, más en concreto,
la imagen del terror propio a la caja de Pandora que el mismo Rufián había creado.
Una cara de pavor, hemos dicho, que paradójicamente ha provocado dos
situaciones que incrementan las diferencias en el seno del independentismo. En
concreto: la orden judicial para aplicar el 25 % del castellano en las escuelas
y la posición ante la inhabilitación del diputado Juvillà (CUP). Lo uno y lo otro a pocos días de la cara descompuesta del
mencionado Rufián. O, en otras palabras, a pocos días de que se aprobase la
reforma laboral que ERC –no sólo ella— había denostado y votado en contra.
Le
vieron las fauces al lobo. Si la caverna y la taberna se hacían con el gobierno
se les caería el pelo a los independentistas y Rufián tendría que tartamudear
explicando por qué prefirió la reforma laboral de Rajoy a la del gobierno
progresista. Y alguien, en las covachuelas de algún puente de mando, decidió
que había que ajustar el timón en una dirección menos descabellada.
Antes
de la cara aterrorizada el mismo Govern catalá se opuso, se habló de
desobediencia y otras gesticulaciones estrambóticas a la orden judicial para
aplicar el 25 % en castellano. Después –o sea ahora-- donde dije digo, digo Diego. Ahora acata,
después de haber amenazado con la mundial, la orden sin rechistar.
Naturalmente, nos felicitamos de ello mientras la cara de Rufián vuelve a sus
colores normales.
Tres
cuartos de lo mismo ha pasado con el diputado cupero Juvillà. El
independentismo en bloque sacó pecho y amenazó con formarla; después de la cara
pavorosa de Rufián, temiendo por las consecuencias de su voto, al pobre Juvillà
solo le ha quedado el apoyo de la volcánica Laura
Borràs.
De
donde se infiere que sutilmente la reforma laboral, además de los efectos positivos
que ya hemos analizado en otras ocasiones, ha servido para que el
independentismo se autocorrija un pelín. Solo un pelín.
Nota
bene.--- Militantes comunistas vendiendo su prensa, Treball y Mundo Obrero,
tras la legalización del Partido en la ciudad de Mataró. Como puede verse el
quiosco tiene un diseño art decó, que
fue muy celebrado.
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