Estupefacción
en la patronal española, irritación en las derechas políticas españolas: toda
la artillería pesada que habían puesto en marcha contra el incremento del
salario mínimo ha hecho el ridículo ante el acuerdo de los socialdemócratas alemanes,
con los liberales --¡los liberales!— y los verdes de subir en un 25 por ciento
(veinticinco) su actual salario mínimo. Hasta
donde nosotros sabemos, los liberales tienen poco que ver con los comunistas, podemitas
«y otras gentes de mal vivir»; tampoco son gentes que frecuenten la pancarta y
el lanzamiento de octavillas.
A
su vez, los economistas orgánicos --subvencionados
o no-- no saben dónde meterse tras la concesión
del Premio Nobel a uno de los más prestigiosos economistas, David Card,
precisamente por sus estudios sobre los salarios. La argumentación de la
Academía es que el premio se le concede por «demostrar con herramientas
novedosos que, como siempre, la realidad es más compleja que lo que apuntan los
modelos». A mi juicio, la clave de la argumentación es que el profesor Card «ha
demostrado» mientras los adversarios de la elevación de los salarios se limitan
a lanzar deposiciones con cinco duros de ideología.
Estas
deposiciones ´teóricas´ vienen de antañazo y, también, han servido de
teologúmeno para los empecinados adversarios de la reducción de la jornada
laboral y los horarios de trabajo. Lo uno y lo otro (la elevación de los
salarios y la reducción de la jornada) impedían –afirmaban, afirman y afirmarán-- que de una profunda enemistad de la creación
de empleo. Si fuera así (haciendo sólo las cuentas de la vieja) estaríamos
ahora hambrientos y en cueros.
Card
ha demostrado, sus adversarios eructan. ¿Habrá liberales en España que se
relacionen con sus colegas tedescos?
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