1.-- Parece evidente que Podemos
se está moviendo. Y precisamente por ello está concitando ciertas
preocupaciones en todos los partidos. En los aduaneros de Mariano Rajoy, en algunos
centuriones del PSOE, en el estado mayor de Ciudadanos y, posiblemente, en el
mismísimo interior de la formación de Pablo Iglesias el Joven. Estas
inquietudes vienen porque se percibe que, aunque complicada, se abre la
posibilidad de que Podemos se avenga a participar en la formación de gobierno.
Lo que implicaría dos novedades en la
política estatal: una, que Podemos empieza a negociar y de ello hablaremos más
adelante; otra, que una fuerza a la izquierda del PSOE forme parte del gobierno
o del área de gobierno u otras formas similares sea corresponsable, junto con
los socialistas, de la guía y dirección del país. Que todavía no sea el momento
de que los sacristanes echen las campanas al vuelo lo dan por sentado hasta los
yuppies de Silicon Valley. Pero, ahora mismo –mañana, ya veremos-- existen ciertos indicios de que dicha novedad
se abra paso. La razón es bien visible: al menos públicamente estamos en los
primeros andares del Pacto del Beso, y ya sabemos que Pablo Iglesias cuando
besa, es que besa de verdad.
Se ha filtrado a los medios los
apuntes que Iglesias llevó al encuentro con Pedro Sánchez. Cuatro puntos: a) la
reducción del déficit fiscal a un ritmo mayor al planteado por Podemos en su
programa electoral; b) una reforma fiscal menos exigente; c) bajar el gasto
público en una legislatura de 90.000 millones de euros a 60.000 millones; d) derogar
la reforma laboral de Mariano Rajoy, dejando vigente la que aprobó el gobierno
Zapatero. A lo que debemos añadir el gesto personal de Pablo Iglesias: la
retirada de su exigencia de ser vicepresidente del hipotético gobierno del
cambio. Los cuatro puntos señalados, insistimos, se han filtrado; lo último fue
explicado por el primer dirigente de Podemos en rueda de prensa. Lo que no ha
bastado para que la factoría de can Rivera retire el veto ideológico a la
formación morada. Así las cosas, Ciudadanos puede compartir la intransigencia
del no –también diríamos su
inmovilismo— con los de casa Mariano, Antigua casa Aznar. Los campaneros, pues, deben esperar al repique.
2.-- Antes hablábamos de que la primera novedad en
la política estatal es que Podemos empieza a negociar. Los cuatro puntos y el
gesto personal de Iglesias así lo indican. La cosa no es irrelevante ya que la
formación morada, desde su nacimiento, había puesto en su escudo de armas algo
así como la sacralización de que pactar era un cambalache que, hijuela de la
Transición, es uno de los vicios de las élites de la «vieja política». Y sus
consecuencias: la renuncia a las Tablas de la Ley que un airado Moisés llevó
desde la cima del Sinaí al pie del monte.
Es posible que Pablo Iglesias haya
leído aquella carta de Togliatti a ¿Pietro Nenni?. Corríjaseme si era a Nenni o a
otro. Me refiero a la misiva que decía, más o menos, «ha pasado el momento de la
agitación al de hacer política». Con lo que ese hacer política convierte a Podemos en un sujeto inquietante a los
ojos de algunos dinosaurios y sus paniaguados. Sin ir más lejos, vean el titular
en la página 16 de El País
hoy, metiendo barullo en Podemos: «Errejón pierde el mando de las negociaciones
a manos del líder del partido». Poca finezza.
Pero
el diario ha percibido que Iglesias ha perdido los dientes de leche y le han
salido comillos políticos.
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