1.-- Los
demógrafos de las diversas corrientes académicas comparten una inquietante
coincidencia: cada año que pasa somos un año más viejos; o, si se prefiere de
una manera edulcorada, somos un año menos jóvenes. Ahora bien, instalarse en esa evidencia empírica
no conlleva sacar las oportunas conclusiones útiles para cualquier observador.
Enric
Juliana,
uno de los comentaristas políticos más perspicaces y temperados, en su crónica
de hoy (La Vanguardia ),
pone de relieve una serie de datos de los comportamientos de los grupos de edad
(juventud, madurez y senectud) en su orientación de voto para las próximas
elecciones. Quien tenga interés en ello no tiene más que buscar la fuente.
2.-- No hace falta decir que el sindicalismo
confederal tiene en su documentación anagráfica la estructura de los grupos etarios
de sus dirigentes, representantes y afiliados. Pues bien, si partimos de que
también a los sindicalistas les afecta esa inquietante ley de los demógrafos, convengamos fastidiosamente que cada año que pasa somos más veteranos. Hay una sonada
excepción, la de mi amigo Luis Romero Huertes (en
la foto) que desafía cualquier convencionalismo de los demógrafos. Cada vez que
lo veo me parece que está hecho un chavalote. Luis Romero o la excepción de la
regla.
¿Qué
reflexiones provoca esta ley en la estructura de la edad en el sindicalismo
confederal ya sea en sus diversos grupos dirigentes, en los representantes de
centro de trabajo y en los afiliados? ¿Qué interpelación envía a la tan sobada (como
necesaria y todavía no insinuada en sus formas concretas) refundación del
sindicato? ¿Nos hemos instalado en la «eterna juventud» del que ya nos habló el
viejo Heródoto? ¿O es que, tal vez, esa cofradía
pendenciera de los sociólogos –hecha la salvedad de don Ramón Alós, el Enviado de Auguste Compte en la Tierra-- se ha sacado de la manga la ley del paso del
tiempo? Por si las moscas, sugiero que se esté al tanto.
3 comentarios:
¡Si viera usted la de veces que comento ese magnífico cartel en mis charlas con padres y profesores! Pero con lo que me encuentro es que muchos pobres ya no quieren creer que su capital está en sus manos, lo que creen es que como tienen buenas intenciones la sociedad ha de venir a satisfacérselas. Quizás habría que reformar el texto de esta manera: "Mis manos, mi capital y mis derechos".
Muy cierto. Pero creo que la expresión “mi capital” ya no se asocia a acervo. O sea, que ha quedado enterrada en el concepto económico del capital.
Buenas tardes. Muy buen artículo, como siempre. Somos muchas las voces que desde la sociedad civil y los pequeños grupos de discusión social intentamos analizar la situación de los sindicatos de clase en nuestro país y el diagnóstico parece ser claro y coincidente. Es necesaria una refundación, no solo por razones etarias, también por el anquilosamiento de sus estructuras burocráticas, el anacronismo de los métodos de participación, el servilismos en las relaciones institucionales, la falta de transparencia, la inexistente acción sindical, el amancebamiento consentido...y podría seguir hasta el infinito y más allá.
Pero son muy pocos los que coinciden con mi análisis o más bien con la "solución" que propongo. Igual que estamos asistiendo a una refundación y reconsideración de la izquierda en España donde priman las unidades y uniones en espacios de confluencias programáticas manteniendo intacta la identidad de cada organización. ¿No cree usted que atendiendo al descrédito de las OO.SS y a la paupérrima afiliación unido a la emergencia de nuevos sindicatos, que nuestro país agradecería y la masa social, también, la unión, fusión o como se quiera llamar de los sindicatos UGT y CCOO, CCOO y UGT? Gracias y saludos
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