Me propongo
que el Diccionario de la Real Academia
apruebe la creación de una nueva palabra: dregeneración (sic). Repito para los
que sufren de paralexia o leen en
diagonal : dregeneración. Veremos si hay suerte. Es la actitud que toman
algunos degenerados cuando hablan en vano de la regeneración. Comoquiera que
nadie se dará por aludido –aunque algunos se sentirán adulados-- no temo que me lleven a la fiscalía. En todo
caso viene a cuento por la propuesta que don Mariano Termidor ha puesto encima
de la mesa: un catálogo de medidas de regeneración de la vida política e
institucional española para septiembre, ya que sus propuestas en la misma
dirección de hace tiempo quedaron olvidadas en la misma mesa camilla de donde
han salido las que ahora envía para el próximo otoño. La pregunta, no retórica,
podría ser ésta: si ex nihilo no es
posible que salga nada a menos que Rouco lo demuestre, ¿de lo degenerado puede
surgir regeneración alguna? No digo que metafísicamente sea imposible, pero
albergo dudas, que no certezas, al respecto.
Pongamos un
ejemplo, no el único pero sí relevante: el atinente a la forma de ser de los
partidos políticos y al conjunto de las organizaciones sociales, no sólo el
Partido Popular. ¿Están dispuestos a un profundo baldeo de cubierta, a una
limpieza a fondo de sus camarotes, a echar toneladas de viejo, aunque eficaz,
zotal en sus sentinas? ¿Es imprescindible que existan unas normas, limitadas o
no, para que cada cual en su casa se arremangue y limpie su propia mugre? Por
supuesto que no. Nada impide, pues, que todos y cada uno “hagan sábado”.
Más
todavía, quienes –en función del cargo--
tienen toda una serie de prerrogativas, ¿deben esperar a la elaboración
de unas reglas para renunciar personalmente a las mismas? No, padre. Pues bien, una modesta, pero
llamativa respuesta la ha dado Rafael Ribó, Síndic de Greuges (Defensor del
Pueblo) de Cataluña. Este caballero lo ha demostrado. Acaba de renunciar a su
prerrogativa de aforado. Sin embargo, la reacción no se ha hecho esperar. Hasta
el mismo portavoz del Gobierno catalán se ha indignado con el gesto de Ribó,
también algunos partidos del arco parlamentario catalán le han dicho de todo.
Son los mismos que confunden el «aforamiento» con el «aforramiento» o «aferramiento», el oro de la púrpura.
Dos son las
explicaciones que se me ocurren de la airada respuesta a Rafael Ribó: por lo
general, los partidos políticos piensan y actúan como si sólo (y solamente) las
iniciativas deban salir de lo que Pier Paolo Passolini entendía como «el
Palacio»; y, la segunda, que Rafael Ribó les ha dejado con las partes pudendas
al descubierto. En realidad, hay quien presume de cojones porque, al estar
tapados, es indemostrable si los tiene bien o mal puestos; igual vale, naturalmente,
para los ovarios.
La
pregunta, en todo caso, sería: ¿por qué tantos aforados siguen empecinados en
mantener tan antañona prerrogativa? No
se corten, señorías. Devuelvan esa orquídea do corresponda, aunque sea por
hacerse notar.
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