Como es sabido Mariano Rajoy y Artur Mas se vieron en
secreto a finales de agosto. Hasta la presente nadie ha dicho de qué hablaron,
pero podemos apostar que pegaron la hebra en torno a la consulta sobre el «dret
a decidir». Que no lo sabían los socios de Mas lo explica el berrinche
(fundado, por cierto) que hay en Esquerra Republicana de Catalunya. Pero, ¿cuál
es el problema de fondo de este encuentro? Los periódicos afirman,
interpretando a Mariano, que éste pareció no descartar la posibilidad de una
consulta en Cataluña amparada por el paraguas de una ley catalana de consultas.
El problema de fondo es que ambos interlocutores son
débiles a la hora de pactar. Mariano no puede conceder eso porque su partido se
le echaría encima; Mas no puede aflojar la consulta (tal como se ha planteado)
porque le devora Esquerra. Así pues, ambos están en la órbita del o caja o faja [caixa o faixa]. Así las cosas, las estrellas favorecen
a ERC. Que sabe (o intuye) que posponer
la fecha mágica del 2014 al 2016 (tal como manifestó el viernes Mas en
Catalunya ràdio) podría suponer una clara ventaja para Artur Mas. Pues en 2016
cabe la posibilidad de que la situación económica sea menos tremenda o parezca
que lo es. Y mientras tanto, CiU podría proyectar una geometría variable de
acuerdos en Catalunya ora con el Partido Popular ora con el Partido de los
Socialistas Catalanes. Lo que, por otra parte, dejaría a Esquerra libre de todo
compromiso y se haría con importantes caladeros de votos hoy en manos
convergentes.
En todo caso, trasladar al 2016 la propuesta de la
consulta también favorece al PSC pues le permite ir a la búsqueda del tiempo
perdido y, depende cómo, clarificar su propia posada.
Ahora bien, son tiempos de confusión, porque Artur Mas ha
hablado en la dirección de su partido, ayer sábado, de que la fecha de la
consulta será durante el 2014, desdiciéndose de lo manifestado veinticuatro
horas antes. Con lo que no sabemos a quien respeta menos el president de la Generalitat : si al
común de los mortales o a su partido. Con la palabra bífida de Artur Mas nunca
se sabe.
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