El Papa Francisco ni se va por las ramas ni anda con chiquitas. Su
lenguaje es directo, alejado de lo eufemístico y, como su compatriota Messi, va
directo a la portería. Sin embargo, lo importante es el contenido del discurso
de este cura. Las novedades de la doxa de este caballero las pusimos de
manifiesto, en una primera apoximación, Gabriel Jaraba (de profesión religiosa
anglicana) y un servidor en dos entradas en este mismo blog (1). En tales escritos
reflexionábamos sobre lo dicho y las posibles líneas de tendencia que podrían abrir.
Entiendo que lo hicimos arriesgadamente y libres de los prejuicios de algunos
amigos nuestros que, tan sensata como razonablemente, esperaban ver hacia dónde
se orientaba el nuevo Papa. Hicimos bien todos: Jaraba y yo mismo no podíamos
abstraernos del desafío que lanzaba el cura; nuestros amigos (especialmente los
que habían tenido, tiempo atrás, un compromiso de militancia cristiana) diríamos
que estaban escarmentados de tantas fugaces apariciones en la Iglesia de figuras que, a
las primeras de cambio, giraron en dirección opuesta. La entrevista íntegra del
Papa Francisco a La Civiltà Cattolica confirma,
primero, que algo se está moviendo en Roma y, segundo, que sería poco sensato
minusvalorar su contenido y las líneas tendencias que se desprenden.
Francisco
es, no hace falta repetirlo, un hombre de fe. Pero, simultáneamente, enjuicia
los problemas del mundo contemporáneo desde una laicidad que significa una
discontinuidad en la historia del papado. Y lo hace enfrentándose a una buena
porción de prelados de alta mitra y curas de olla de todo el orbe. Lo dicho: a
cuerpo juncal y sin los meandros sintácticos de los papas renancentistas, cuyo último
exponente ha sido Ratzinger. Con la
misma contundencia de su mentor y cofrade de orden religiosa el cardenal Martini.
Alguien
ha insinuado que Francisco hace un ajuste de cuentas a los históricamente
competidores de los jesuitas, esto es, al Opus Dei. ¿Y qué si fuera así? Sea
como fuere no sería de extrañar que lo que está en juego es hacia dónde se inclina
la relación de fuerzas intelectuales: si a las posiciones ultramontanas adversas
a la laicidad y al humanismo (sobre todo al humanismo) o hacia el discurso “franciscano”.
El
cura Bergoglio ha dicho que «nunca fue de derechas». Me imagino a los políticos
de secano con un ataque de ictericia. Los políticos de izquierda deberían
responder que con Francisco hic manebimus optime. Seguiremos hablando:
Jaraba y un servidor constatando que nuestra arriesgada primera reflexión tenía
cierto fundamento; nuestros interlocutores tendrían que seguir meditando. Les propongo
un encuentro al respecto en el salón de actos del casinillo Joaquín de Fiore,
sito en Parapanda (calle Alfonso Comín esquina a la plaza Marcelino Camacho).
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