(A la memoria de Juan Diego)
Mario Draghi, primer ministro italiano, ex presidente
del Banco Central Europeo y ex director ejecutivo del Banco Mundial, ha hablado
de manera contundente y sin concesiones a la platea, a los palcos y al
gallinero. Y ha manifestado: «Estamos
ante una situación provisional a la que hay que enfrentarse con herramientas
excepcionales». El caballero ha hablado, además, que subirá la carga fiscal de
esos beneficios que púdicamente se llaman caídos
del cielo. O sea, esas ganancias que se obtienen sin dar golpe. En
concreto, el premier italiano subirá hasta el 25 % a los beneficios de las eléctricas.
Juan Diego, que en paz descanse, diría: «¡Por sus
santos cojones!».
De
hecho Draghi aplica el sentido común y hace lo que parece obvio: en estas situaciones
de crisis concéntricas no hay más remedio de sacar el dinero de allá donde está
mayoritariamente. Y, más todavía, en el grupo de los beneficios caídos del
cielo, aquellos que se obtienen gracias al sistema tributario.
El
Partido Popular disiente
de ese sentido común: La Ayuso
y Feijóo, con
sus respectivos espoliques, proponen justamente lo contrario. Lo que, además, se
confronta con la actuales propuestas de la Unión Europea. De Ayuso a Feijóo y
viceversa o, si se prefiere, del caño al coro y del coro al caño con políticas
temerariamente populistas que técnicamente
provocarían mayores desigualdades y menor tutela del sistema de protección
social.
Ciertamente
ha habido cambios en el Partido Popular, pero sigue habiendo un hilo conductor
con la época casadista: bicefalía en el liderazgo y, en consecuencia, en los
mensajes. Aunque hay coincidencia en el populismo patológico y temerario: de un
lado, el partido «callejero y pandillero» de los señoritos del barrio de
Salamanca y, de otro lado, una retórica educada con la musicalidad de la lengua
galaico-portuguesa que le sigue la corriente al chisperismo indocumentado. Vaya,
que Ayuso regüelda y Feijóo susurra.
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