ERC, el partido más
confuso de Occidente, comparte con el PP y con Vox
la votación contraria a la reforma laboral en el Parlamento Español. Y todos ellos
se asemejan a los post post post convergentes de Junts, que parece que lidera el hombre de
Waterloo, en la misma historia. Digamos, en honor a la verdad, que no son idénticos
–ni siquiera parecidos— los motivos que
han llevado a los hunos y a los hotros a fijar posición contra dicha reforma.
Pero hay unos círculos concéntricos compartidos: Waterloo sopla, todavía con fuerza, al cogote de
ERC, pidiéndole cuentas de quien mea más largo en la identidad independentista;
los de Feijóo, a su vez, sienten la halitosis de Vox,
por lo que no pueden romper –al menos, todavía-- con la sombra de Pablo Casado, cuyos noes son alargados.
Lo
más aparentemente chusco es que ERC ha quedado como una aljofifa. Incluso entre
no pocos de su propia gente. Me explico: la Generalitat no ha tenido más
remedio que convertir 938 contratos temporales en contratos fijos. Mandato claro de la reforma
laboral, que los cuatro de marras (PP, ERC, Junts y Vox) votaron en contra:
cada cual con su excusa de mal pagador. Así
pues, los cerca de mil funcionarios catalanes fijos no le deben a su gobierno esta nueva
condición. Y para hablar con su propio lenguaje, se nos permitirá decir que se
lo deben «a España», o –por más señas— al gobierno al que ERC quería tumbar.
Son, por así decirlo, las chocantes consecuencias del síndrome de ERC y PP, que
sienten que la bolsa viril está atenazada por Junts y Vox: el síndrome del
escroto atrapado que atraviesa esta banda de los cuatro.
Un
síndrome que debe angustiar a Feijóo, cuyo predicamento en la Unión Europea está
en servicios mínimos. Feijóo o el nuevo Buridán.
P/S.---
Comoquiera que Quim González ha escrito en su
blog sobre este Primero de Mayo, que un servidor comparte de pitón a rabo, he
decidido hacer el ejercicio de redacción que consta más arriba.
1º de Mayo, ¡viva
el sindicalismo! QG.
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