Lo diré sin
tapujos: no me ha gustado nada el discurso del sexto Felipe. Por lo demás, el
concepto de fondo, «Monarquía renovada para un tiempo nuevo», además de retórico,
me parece tan viejo con el Pont Neuf del Sena, que chocantemente es el más antiguo. Ni siquiera una insinuación de
las características centrales de esa renovación.
Francamente,
sólo he visto en la intervención del nuevo rey un conjunto de «orquídeas
verbales», de juanramoniana memoria. Más todavía, dicho con borbónico
casticismo: ni chicha ni limoná. Ya veremos qué opinan al respecto los monárquicos
de toda la vida o los de nueva adhesión; ya iremos viendo que dicen los
republicanos cimbrios.
Lo más
decepcionante ha sido su clamoroso silencio sobre la crisis y sus efectos. Tan
sólo una caritativo «cercanía a los golpeados por la crisis». Ni siquiera se ha
aproximado a lo que viene diciendo el Papa Francisco. Más todavía, ni una sola
palabra sobre la corrupción. Educadamente considero el discurso como un
perifollo.
Quienes habían
pronosticado que el sexto Felipe tendría un “detalle” con las lenguas catalana,
vasca y gallega se han quedado sólo con la propina del final de la intervención:
«Muchas gracias» en las lenguas de Espríu, Xavier de Lizardi y Rosalía. De
manera que lo rácano, si breve, dos veces rácano.
Sólo una
novedad: la ceremonia no ha estado acompañada de rito religioso alguno. Esta
novedad, que no negamos, se la recordaremos a quien corresponda cuando, en
otras posibles ceremonias futuras, salgan a relucir los hisopos. Lástima, sin
embargo, que el sexto Felipe haya acudido a su proclamación con vestimenta
militar.
Radio Parapanda. NO PASA NADA SALVO ALGUNA COSA
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