No es
irrelevante el conflicto entre el PSOE e Izquierda Unida en Andalucía. Sin
restarle importancia podemos decir, no obstante, que desde las cavernas
mediáticas se está engrandeciendo y azuzando para que la coalición que gobierna
Andalucía se vaya a pique. De momento los portavoces de ambos partidos están
buscando la manera de superar este bache, y –no hace falta decir— lo hacen con
tacto y mesura. Más todavía, haciendo oídos sordos a quienes, desde sus propias
filas, o bien cuchichean o bien con la voz alta, incitan a la ruptura.
Desde la
lejanía geográfica y la cercanía de sentimientos (y de intereses) –sobre todo,
desde la desinhibición de la edad provecta--
pregunto: ¿a quién le interesa la ruptura? ¿a quién le conviene la
ruptura?
¿Le
conviene a los sectores que, con mayor o menor, diapasón se sienten
representados por una u otra formación? ¿a los que, en una u otra medida, se
ven tutelados por la unidad de acción de gobierno de ambas formaciones políticas?
Y, en sentido contrario: ¿es pura retórica afirmar que, si se diera dicha
ruptura, no se frotarían las manos la potente alianza de las derechas políticas
y económicas de ambos lados de Despeñaperros? Es más, séame concedida la
siguiente hipótesis: si hubiese ruptura (más allá de quien aparezca como
visiblemente mayor responsable) el castigo para las dos formaciones de gobierno
sería igualmente contundente.
Siempre ha
habido dificultades en los gobiernos de coalición. La política no se hace con
avemarías, incluso cuando el gobierno es monocolor. Aunque sí parece ser cierto
que, en no pocas ocasiones, las avemarías se orientan contra la política cuando
se trata de los gobiernos de las izquierdas coaligadas.
En efecto,
los motivos que han llevado a esta crisis no son cosa baladí. Pero una crisis
no necesariamente conlleva una ruptura, máxime cuando sus costes serían de
enorme calado. Así es que quítense de la cabeza la idea de aquel zoquete que se
inventó aquella concepción del «fiat iustitia et pereat mundus», que es lo
mismo que decir hágase justicia y que el mundo se vaya al carajo.
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