Joaquim González coge el toro por los cuernos y, sin
contemplaciones, afirma: «Pocas entidades y organizaciones sociales y
políticas como nuestros sindicatos confederales están llamadas a analizar los
bajos niveles de valoración que la sociedad española muestra hacia su trabajo y
su función. Así lo expresa con toda crudeza la última encuesta del CIS y, lo
que resulta más grave, así lo percibe en primera persona la militancia sindical
cuando escucha de manera algo desmoralizante y con gran decepción la
opinión de muchos vecinos y amigos sobre el papel de los sindicatos y la imagen
de los sindicalistas. No debería haber tarea más urgente y necesaria que
restaurar la moral y la autoestima de los miles de hombres y mujeres que hoy
sienten sus ideales agredidos y despreciado su trabajo cotidiano» (1). Nada que
objetar a quien conoce, de primera mano, el paño.
Primer tranco
Una primera
observación: nada hay nuevo bajo el Sol. Esta situación que puede espantar a
las nuevas generaciones de sindicalistas se ha repetido ad nauseam a lo largo de
la historia del sindicalismo. El sindicalismo, en efecto, ha sido un sujeto
incordiante (y sigue siéndolo) y ello le concita no pocas enemistades. La
primera y principal razón está en el
carácter de su personalidad: ser un sujeto independiente de todos los
poderes económicos y políticos. Sólo y
solamente cuando ese carácter se ha diluido se ha mirado al sindicalismo de una
manera con mayor o menor benevolencia. Por lo demás, vale la pena recordar a
las generaciones veteranas y hacerlo saber a las nuevas que también desde
ciertos sectores de la izquierda –desde las de matriz socialdemócrata hasta las
más radicales— se ha contribuido en no pocas ocasiones a mermar o embadurnar el
prestigio del sindicalismo. No nos estamos refiriendo a la crítica razonada
sino a la gratuita acusación con los arreos espirituales del libelo
panfletario.
Ahora bien,
hay que decir con meridiana claridad que también
el sindicalismo ha contribuido indirectamente a que su autoridad y su auctoritas estuviera en precario.
Pongamos tres ejemplos concretos: 1) nunca explicamos, en los textos que
editamos con los contenidos de los convenios firmados, la «biografía» de ese
proceso, con los detalles de la negociación y la movilización, esto es, con la
valoración que nos merecía el resultado final de los conseguido y la
participación de los trabajadores en el conflicto; 2) nunca conseguimos que, en
las sucesivas negociaciones sobre pensiones, apareciéramos como parte fundamental
de los incrementos de ellas; y 3) no he visto el sindicalismo explicara, ni
siquiera sobriamente, que los niveles alcanzados en los sistemas públicos de
bienestar fueron fruto de la intervención del sindicalismo confederal. En suma,
nunca se valoró el vínculo sindicato – trabajadores – sindicato como
«religación» entre unos y otros, como en definitiva generador de las
correlaciones de fuerza que condujeron a una conquista determinada.
Esta religación no explicada ha llevado a
centenares de miles de trabajadores a considerar que aquellos derechos que
disfrutan son el fruto de “relaciones institucionales” o, peor todavía, de
cabildeos entre el sindicalismo y los poderes (ya sean empresariales o
institucionales). Conclusión: lo que hay es fruto de un apaño, no de una acción
colectiva en pos de unos objetivos. Así
las cosas, casi es de cajón –ante la ausencia de pedagogía pública-- que se mantengan bolsas de indiferencia y de
hostilidad en importantes sectores asalariados, procedentes o no de lo que podríamos
llamar populismo social.
O hay cambio
cultural en ese sentido o nuestro prestigio quedará estancado.
Segundo tranco
Hasta ahora hemos hablado (parcialmente) del «ser
sindicato». Vienen ahora unas pinceladas del «estar sindicato».
Hace tiempo que me pregunto qué pinta el sindicalismo en determinadas
instituciones. Pongamos por caso que hablo de la presencia del sindicalismo en
ciertos consejos de administración. Yendo por lo derecho: nada. Peor aún, es
una fuente de problemas. Creo que, ya lo dijo Toxo con relación a lo ocurrido
en Bankia, que se está estudiando la retirada del sindicato de esos lugares.
Pues bien, ¿se ha discutido ya? ¿a qué conclusiones se ha llegado?
(1) SINDICALISTAS: pongo la mano en el fuego por vosotros
Radio Parapanda.
http://www.1mayo.ccoo.es/nova/NNws_ShwNewDup?codigo=4311&cod_primaria=1168&cod_secundaria=1168:
«Huelgas y conflictos en el siglo XX» por Helios Babiano y Javier Tébar.
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