Nota del blog. Javier
Terriente responde a las inquietudes que se le plantearon en EL «NUEVO SUJETO
POLÍTICO» SEGÚN JAVIER TERRIENTE.
Por Javier Terriente
Agradezco muy sinceramente a José Luís López Bulla
que plantee varias preguntas clave en relación con mis artículos “En la Izquierda ”, que reclaman
aclaraciones de una cierta extensión. López Bulla se interroga y nos interroga:
a) ¿todos los partidos políticos de izquierda han agotado su ciclo histórico,
su impulso, definitivamente, sin posibilidad de auto regeneración?, b) la
denominada “subpolítica” (entrecomillado mío. U. Beck define con este término a
los movimientos sociales con influencia desde abajo) está llamada a sustituir a
la política, es decir, el ámbito tradicional de los partidos, aun teniendo en
cuenta el carácter parcial y efímero de estos movimientos?
En mi opinión, la respuesta a ambas cuestiones está
estrechamente relacionada, y así lo he intentado exponer en el artículo, no
solo con el deterioro gravísimo de los partidos, sino, sobre todo, con las
contradicciones y las características regresivas de un periodo nuevo cargado de
amenazas. Creo que estaremos de acuerdo en que cada momento histórico concreto
exige, y hace emerger, formas diferentes de contestación de masas, nuevas
propuestas y alternativas canalizadas por expresiones políticas (y sindicales)
originales.
Este que vivimos, ha alterado todos los estatus y
equilibrios de épocas precedentes, pulverizando los pactos sociales de
postguerra y los consensos constitucionales de la transición. Hoy, los partidos
de la izquierda tradicional han sustituido la forma-partido, en el sentido que
lo entiende la ideología clásica de organizadores de la sociedad civil,
educadores y representantes de la voluntad popular, por formaciones controladas
por castas clientelares que aspiran a perpetuarse indefinidamente mediante el
control interno y de las candidaturas electorales. Esa ruptura de los modelos históricos tradicionales ha derivado
en estructuras corporativas o en grupos de intereses bajo el formato de
partido. Formalmente utilizan los rituales y la retórica de los partidos de
masas pero, tanto su práctica organizativa (corporativa) como su acción
política real (ajena a las dinámicas sociales y/o circunscrita a los circuitos
de poder), han acabado por convertirlos, sociológicamente hablando (versionando
a U. Beck), en una nueva categoría de partido a la que llamaría subpartido. Ello quiere decir que, aunque se piensen así mismo como tales, o
residan en el ámbito de la política, han ido diluyendo, sin embargo, los rasgos
de la forma-partido en espacios herméticos, blindados a la “calle”, pero
sensibles a las demandas del sistema. Por lo demás, habría que añadir, como
refuerzo a esta tesis, que su relación con los movimientos sociales oscila
entre una visión utilitarista de los mismos o su simple rechazo, en cuanto que
los sitúa como competidores, pese a que pertenezcan al extrarradio de la
política. Por lo tanto si hay que hablar de actas de defunción, fin de ciclo,
etc, creo que lo correcto por mi parte sería aclarar que me refiero a este tipo
concreto de estructuras homologadas como partidos, aunque en realidad no lo
sean en los hechos. Insisto, es a ellos, y en el momento actual, a los que
denomino subpartidos. Pese a todo,
¿es irreversible semejante situación, o pueden refundarse desde lo que son en
una dirección democrático- social y de izquierdas? ¡Ojalá! Pero es una
hipótesis remota. Para que ello se produzca tendrían que surgir referentes
internos que permitan albergar esperanzas en esos cambios y/o fuertes presiones
externas que contribuyan a ese objetivo. Respecto a lo primero, cierto que han
surgido contestaciones internas pero ninguna se sitúa en el campo de las
alternativas (discurso, programa, referentes propios), en el sentido de que no
se plantean claramente superar los discursos y los marcos internos actuales,
sin lo cual un proceso de refundación no sería posible ni creíble. Y, por otro lado, es altamente improbable que
el sistema de castas dominante se autoinmole en el altar de su perestroika
particular. Otro asunto muy distinto es si estos partidos desaparecerían por el
efecto ascendente de la “subpolítica”. No creo que ocurra, y si se extinguieran
no tendría que ser necesariamente por esta causa. De todos modos, la historia
está llena de tumbas políticas. Tampoco sería deseable. Ahora bien, en la
medida que se abra paso una nueva organización política, es evidente que su
influencia se reduciría, salvo que, preservando su autonomía, decidieran formar parte de ella constituyendo
una nueva identidad plural, conformando una gran alianza entre la política y la
“subpolítica”.
En resumidas cuentas, en mi opinión, el desarrollo
de nuevas opciones no está determinado en exclusiva por el hecho de que los
partidos actuales se refundan o no. Si no lo hacen, el proceso será más
difícil, más lento y complejo. Si lo hacen, mejor. Pero al ser una consecuencia
provocada por las luchas sociales que acompañan a este cambio de época,
trasciende el presente del socialismo/comunismo realmente existente. De ahí nace su verdadera necesidad.
Bueno, José Luis, acerca de la propuesta de una “nueva
formación política” creo que la expongo bajo un doble prisma:
1- La
dimensión electoral / Elecciones Europeas. Hay experiencias históricas, y
actuales, dentro y fuera de nuestro país, que invitan a tomar iniciativas
unitarias de amplio espectro democrático. Por otra parte, estoy convencido de
que frente a lo que nos está cayendo, las opciones partidarias son claramente
insuficientes y, además, tienen escaso crédito. Por el contrario, una gran
convergencia democrática (o como se quiera llamar) no hegemonizada por los
partidos, plural, donde participen en pie de igualdad interlocutores sociales
de distintas procedencias, con programas y candidatos elegidos en primarias, y el apoyo de los sindicatos,
movilizaría a las masas de ciudadanos, sobre todo a los jóvenes, con garantías
de derrotar a la derecha. Sin duda, sería un gran paso en la buena dirección.
Pero, ¿estarían en condiciones PSOE/IU (Estado) de formar parte de una nueva
propuesta que suponga su dilución electoral, al menos provisional, en una asamblea
social supra partidaria?
2- La
dimensión político-organizativa. Parece claro que el eje de la política de
izquierdas (y democrática) se ha desplazado a la calle. Hay vida y política más
allá de los partidos. Más intensa, más útil, más influyente y más gratificante.
Guste o no, las reclamaciones e iniciativas que emergen de la “calle” están
marcando la agenda política. La razón estriba en su radical novedad
programática y en la originalidad de sus formas de lucha. La “calle”, es decir,
las dinámicas sociales plasmadas en movimientos y foros de diferentes signos,
se han convertido en la nueva centralidad democrática ante la desafección de
los partidos y la crisis de representación de las instituciones. Estos
movimientos apuntan desde hace años a las causas de fondo del malestar social y
se orientan hacia la exigencia de
cambios estructurales y democráticos. Al señalar una pérdida de derechos
concretos abordan toda la problemática general del Estado social de derecho, y
todos los derechos al completo. Por ello, ya no se ajustan al viejo perfil de
“parciales” o de “corta duración”.
Hace mucho tiempo que los movimientos
llegaron para quedarse y sus efectos son duraderos. Su carácter general tiene
mucho que ver con el de un movimiento
sociopolítico novedoso de gran envergadura, confrontado con el corazón del
proyecto ultraliberal. Con mayor o menor fuerza, están ahí, se expresan en la
acción sin intermediarios y gozan de una creciente credibilidad por su combate
insistente ante la vulneración de derechos … Dicho esto, creo que el principal problema de
estos movimientos es la combinación de un cierto antipoliticismo (en retroceso)
junto al temor a superar los límites del propio movimiento (ser víctimas de la
manipulación política, también en retroceso) para encarar nuevos retos
políticos. No hay atajos. A diferencia
de otras épocas en que las clases trabajadoras necesitaban de la mediación de
un partido (exterior a ellas y portador de la verdad histórica, de ahí su
justificación inapelable) para transitar desde el “momento de la consciencia en
sí al de la consciencia para sí”, hoy están demostrando ser capaces de
autogenerar, junto amplios sectores de ciudadanos, iniciativas de reformas fuertes, de producir
alternativas y señalarles el rumbo a la izquierda política. Lo demás, es decir
la construcción de una nueva “cosa política”, será cuestión de tiempo. Todo
proceso de fermentación tiene su propio ritmo. Por eso, insisto, no hay atajos
y sí muchísimas incertidumbres. Incertidumbre, quiero insistir, preferible a las
antiguas y falsas certezas confortables del partido-guía, partido-proyecto
autónomo, partido/Frente de convergencia de los movimientos sociales… Dice un
refrán ruso: si tomas el camino de la
izquierda perderás la vida, si tomas el de derecha perderás el caballo. Solo
hay un camino en medio y no es seguro hacia donde conduce. Estimado José
Luis, ¿acaso, no es mejor explorarlo?
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