miércoles, 24 de abril de 2013

LA OBSCURIDAD DEL SALARIO DE LOS DIPUTADOS


Es curioso: el Congreso de los Diputados va a legislar una serie de medidas –ya veremos en qué queda eso—sobre «la transparencia», que, como es lógico, se aprobará por mayoría, sin embargo, para que el común de los mortales sepa cuánto ganan los diputados se precisa, según afirma el Presidente del Congreso, un acuerdo por unanimidad.  De momento el Congreso no hará públicas las nóminas de los diputados porque ninguna ley respalda una medida «de índole tan delicada» (1). Digámoslo por lo derecho: la ley de la transparencia nacerá cojitranca.

De momento parece conveniente saber por qué razón la publicidad legal de las nóminas de los diputados es una «cuestión delicada». Más bien, a mi juicio, no hacerlo se convierte en una cuestión escabrosa.  Como escabroso es el carácter que lo preside: el Presidente del Congreso en realidad lo que nos está diciendo  es «Estamos a favor de la transparencia de los demás, pero en contra de la nuestra».  Esto me parece, francamente, una política de bajo vientre.

Todo este asunto me hace recordar una experiencia que viví en mi época de diputado en el Parlament de Catalunya. En una de sus sesiones se iba a informar de los acuerdos de la Mesa sobre los salarios que íbamos a percibir. Esa reunión, se nos dijo, era de «puertas cerradas», esto es, sin público ni medios de comunicación. Acabada la sesión hice un comunicado informado con pelos y señales de lo ocurrido y, naturalmente, de los salarios. Aquello no sentó bien a nadie. Mi pecado, por lo que se ve, fue haber hablado de una «cuestión delicada». Mi extrañeza fue, en aquella ocasión y ahora mismo, esta: ¿por qué los sueldos de los diputados son materia reservada? ¿por qué quienes pagan a los diputados con sus impuestos no deben conocer el sueldo de sus representantes? ¿por qué esa oscuridad entre la política fiscal y el destino de la misma?  


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