Les ruego que lean, y también que vuelvan a hacerlo, la entrevista que Ernest Alós le ha hecho al maestro Josep Fontana. Por razones de espacio en el blog la titulé Josep Fontana al aparato. Yendo por lo derecho, diré que yo veo las cosas de otra manera. Es más, saco la conclusión de que --tras una aproximadamente certera radiografía de la situación--, el maestro se desdibuja en algo que tiende no sólo al pesimismo, que sería lo de menos, sino a la impotencia. Aunque, a fuer de prudente, diré que un servidor haya hecho una lectura muy picajosamente subjetiva.
Yo veo las cosas de la siguiente manera: de
un lado, el neoliberalismo está haciendo desaguisadamente unos enormes estragos
en la condición concreta de millones de personas, en sus derechos sociales y
políticos, en el conjunto de la economía, en la política; de otro lado, no pasa
un día en que se desarrollen potentes y masivas movilizaciones de masas en
respuesta a tales desafueros. Si lo primero es un dato (la agresión del
neoliberalismo), lo segundo –la presión sostenida en su contra-- también lo es. Sin ir más lejos, hay dos
ejemplos recientísimos: uno, las gigantescas movilizaciones portuguesas,
convocadas por Que se lixe a traoika; dos, millones de grillisti italianos, que –sean cuales
fueren las intenciones de su cabeza visible— expresan claramente cambios
profundos en la política italiana. No hablo de Bulgaria porque sólo tengo las
referencias de la prensa. Y no insisto, por sabido, en el ininterrumpido
proceso de movilizaciones españolas.
El maestro Fontana acostumbra a decir que, en
contra de lo que sucedía hasta antes de los años setenta, los poderosos ya
«duermen tranquilos», que ahora las movilizaciones de masas «no intimidan». Este
planteamiento puede ser gratificante para una cierta alma de la izquierda
mustia, pero es tan subjetivo como si yo afirmara la tesis contraria. Porque,
en mi caso, estimo que no duermen muy «tranquilos» frente a tanta contestación
social y tanta impugnación de la política instalada. Por ejemplo, veamos estas
lucecitas: durante mucho tiempo hemos clamado contra el silencio de la
ciudadanía ante la corrupción; sin embargo, nadie podrá negar que hoy existe
una evidente relación, claramente explicitada, entre la cuestión social y la
mugre de la corrupción. Otro ejemplo, también hasta hace poco la centralidad
estaba en la política que se hacía en los Palacios; hoy, por el contrario, está
en la calle. Son, claro que sí, «lucecitas»… Que antes no existían. Que nadie eche las campanas al vuelo
festivamente, pero que nadie toque a muerto.
Sobre el artículo del maestro Fontana meditaba ayer durante la
manifestación que recorrió mi ciudad, Pineda de Mar en defensa de la escuela
pública, laica, gratuita y contra los recortes. Centenares de personas
recorriendo el pueblo (la mayoría con las camisetas amarillas), tras una
pancarta y una banda de música, que interpretaba bulliciosamente --creo
recordar— un vals de Dmitri Shostakovich.
A destacar que la gente salía a los balcones y aplaudía a rabiar a los
manifestantes. Un servidor meditaba …
…
para quitarme del mal sabor de boca que me había dejado el maestro Fontana. Y
me interrogaba, como hace mi amigo Francisco Prado Alberdi ante la lectura del
muy recomendable libro de Fontana El futuro es un país extraño,
sobre cómo construir cotidianamente ese «país extraño» o, si se prefiere, esa
«ciudad del trabajo y del saber».
Esto
es, cómo meterle el diente a ese proyecto, siempre permanente y siempre
inacabado, de la «refundación del sindicato»; de qué manera reformar toda la
anatomía de las izquierdas; cómo articular una relación entre los movimientos
sociales y las izquierdas, basada en la igualdad y en la diversidad de esos
sujetos; de qué manera construir un proyecto de sociedad activa e
inteligente. Como es de cajón, todavía
estaba meditando sobre la «refundación del sindicato» cuando llegamos al final
de la manifestación. Pero volviendo a casa me dije: es sobre estos procesos
donde cabe la hipótesis de construir ese país extraño.
Querido
Sísifo, ya lo sabes: otra vez te toca subir la cuesta. Te envidio porque cada vez que bajas, te vuelves a levantar.
P/S. Agradezco la foto (Cuarto Congreso confederal de CC.OO.) que es una gentileza de Alberto Torres.
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