viernes, 8 de marzo de 2013

ÓRGANOS DIRIGENTES, PLURALISMO Y «REFUNDACIÓN DEL SINDICATO»


Primer tranco


En la autobiografía de Comisiones Obreras siempre se ha insistido en el carácter plural, primero, del movimiento y, después ya en libertad, del sindicato.  El pluralismo era un planteamiento sincero (ahora también) pero con una presencia francamente desigual. También fue una especie de señal que se orientaba a contradecir la acusación, que venía desde ángulos muy diversos, de «sindicato comunista». De entrada, vale la pena decir que dicha adjetivación no pareció importar –ni poco ni mucho--  al grueso de la afiliación que, antes y ahora, se inscribió en la organización. Los hombres y las mujeres del universo del trabajo entraban mayoritariamente en Comisiones Obreras por el testimonio de proximidad de quienes ya estaban afiliados en el centro de trabajo; porque, por encima de cualquier otra consideración, el hecho de afiliarse era un reconocimiento de la virtud de la gente de Comisiones. En todo caso, lo cierto es que –tanto la literatura oficial como en la oralidad del sindicato--  se entendió que, por lo general, el pluralismo se caracterizaba porque en las estructuras, a todos los niveles, participaban personas de diversa adscripción política.

Así las cosas, esta caracterización de la pluralidad quedaba referida a «lo político». Ahora bien, entender de esa manera el pluralismo chocaba con la naturaleza del sindicato como «sujeto social». Con lo que los términos de ese polinomio estaban desajustados entre sí.  Aquí, sin embargo, vale la pena constatar que, incluso desde esa forma de entender el pluralismo, Comisiones Obreras fue conquistando gradualmente su independencia sindical. Es más, dirigentes de gran prestigio, señalados como militantes de alta responsabilidad política en el comunismo español (Cipriano García y Angel Rozas en Cataluña, Fernando Soto y Eduardo Saborido en Andalucía, por no hablar del buque-insignia Marcelino Camacho) fueron los que abrieron el itinerario de la independencia de Comisiones Obreras, incluso con roces y encontronazos en su partido. Lo que no quita que se siguiera considerando, como se ha dicho más arriba, que el pluralismo se entendiera como coparticipación en las estructuras de militantes de diversas formaciones políticas. Es más, que se consolidara la práctica de que los partidos eran huéspedes permanentes, porque sí, en las diversas estructuras de Comisiones Obreras. Algún compañero ha definido esa situación de una manera descarnada: «parasitismo político», viéndose esta expresión como mera metáfora de ese hospedaje permanente.   

No quiero eludir responsabilidades en esta historia: yo también he caído en esa práctica que lo único que garantizaba era la salida aparentemente feliz de cada congreso, pero que –al día siguiente—volvía a reproducir los problemas que no había resuelto el Congreso.  



Segundo tranco


De un lado los grandes cambios que se han producido en los aparatos productivos, en la morfología del trabajo y en la composición de las clases trabajadoras; y –de otro lado— la exigencia de Ignacio Fernández Toxo a «repensar el sindicato, el trabajo y la democracia», requieren una nueva reflexión de lo que hoy, y a partir de ahora, deberíamos entender por «pluralismo».  En concreto, ¿cómo representar a esos millones de personas que tienen contratos precarios para defenderlos adecuadamente mientras están en esa situación y cómo tutelarlos para que salgan de ella?

Ya lo hemos dicho: los trabajadores tienen un nexo común que es social, que les une, que no es político-partidario, que los separa. De ahí que el sindicalismo deba ser la expresión organizada de ese nexo común. Ahora bien,  ese vínculo (repito, social) también atraviesa las diversidades y subjetividades de las distintas condiciones para el trabajo y de trabajo y, en este contexto de aguda crisis económica, a millones de trabajadores en desempleo.  

Estas condiciones están variando en función de los cambios tecnológicos y de la gigantesca innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. A partir de ahí es preciso enhebrar el siguiente discurso: a) estas nuevas situaciones, detrás de las cuales hay personas de carne y hueso, necesitan que el sindicato las represente; b) ese «sindicato que las represente» debe orientarse a que sus órganos de dirección (o sea, esta representación sindical) tengan el pluralismo social que expresan tantas diversidades y subjetividades. 

O lo que es lo mismo: necesitamos una aproximación a toda esa miríada de situaciones diversas, dentro y fuera del centro de trabajo, para proceder a estructurar el nuevo «pluralismo social» que debería presidir la personalidad del sindicato que se va «refundando» en el camino y, de ahí, a la composición de los órganos de dirección a todos los niveles.


Antecedentes de este artículo  

 

LA «REFUNDACIÓN DEL SINDICATO»

 

INSISTIENDO EN LA «REFUNDACIÓN DEL SINDICATO»

 

SINDICATO, TRABAJO Y DEMOCRACIA

     

No hay comentarios: