La violencia de los poderes públicos y privados
recorre impunemente España.
Se trata de la violencia del poder privado
empresarial llevando a cabo una oleada de despidos: toda una auténtica y
silenciosa reestructuración, que no está siendo suficientemente percibida, puesta
en marcha con independencia de la situación económica de la empresa en cuestión.
Se trata de la violencia del mando político hacia
las fuerzas policiales para que conviertan el conflicto social en batallas
campales contra los manifestantes. Y se trata, también, de una novísima
violencia verbal –en concordancia con lo anterior-- no sólo de tertulianos que transforman la
palabra en eructo sino de dirigentes políticos e, incluso, responsables
institucionales.
Un autorizado portavoz del Partido Popular que
insulta desvergonzadamente a un juez y, horas más tarde, pide excusas. Y ahora,
la guinda espeluznante de un alto cargo, en los aledaños del gobierno, un tal Castelao
Bragaña. “Las leyes, como las mujeres, están para ser violadas”. No estamos
ante un jovenzuelo de biografía lampiña, sino ante un caballero maduro de pelo
plateado que, a buen seguro, está suficientemente entrenado para lanzar regüeldos
de esta naturaleza. Que es políticamente más grave que el ya famoso “¡que se
jodan!” de la diputada por Castellón.
Que este energúmeno de Castelao Bragaña haya sido
cesado resuelve a medias el problema si no es llevado a los tribunales por
apología de la insurrección a las leyes. Todo indica que, sin embargo, se irá
de rositas y, con toda probabilidad, acompañado de piropos al estilo de “un par
de cojones” y algún que otro homenaje submergido. Si eso lo hubiera dicho
alguien de izquierdas le hubiera caído encima el diluvio universal.
¿No habrá alguna entidad que lleve a los tribunales
a este déspota?
Ay, si yo estuviera en forma desarrollaría las
conexiones entre la violencia de los poderes privados y la violencia termidoriana
que, impunemente, pasea su insolencia antidemocrática por los cuatro puntos
cardinales.
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