Ciclos de protesta,
militancia y sindicalismo democrático: Comisiones Obreras, de la Dictadura a la Democracia.
Javier Tébar Hurtado,
Director del Arxiu Històric
de CCOO de Catalunya
(Fundació Cipriano García)
El historiador asturiano
Ramón García Piñeiro, hace ya unos años, hacia el 2000, alertaba sobre la
crisis de la “historia social obrera” en su artículo “El obrero no tiene quien
le escriba”. Su diagnóstico en muchos sentidos era certero cuando establecía
una relación entre la progresiva pérdida de protagonismo de la historiografía
sobre el movimiento obrero y la crisis del mundo del trabajo que se arrastraba
desde la década de los años ochenta del pasado siglo XX. No obstante, visto el
volumen de trabajos que citaba el propio García Piñeiro, y a la vista de la
posterior producción sobre el tema -que si no ha sido extraordinariamente
numerosa, sí que es ciertamente consistente-, podría llegarse a una conclusión
distinta de aquella. Me parece que no es un problema de escritura, sino más
bien de lectores, la mayor parte de las ocasiones de “lectores especializados”.
Estoy tentado de pensar que, en realidad, “Quien escribe sobre el obrero no
tiene quien le lea”. Con ello, no niego la pérdida de centralidad en la
historiografía, aunque no sólo en la española, de las cuestiones relacionadas
con el trabajo, los trabajadores y sus organizaciones a lo largo de los últimos
treinta años.
Esta cuestión, como es
obvio, ha afectado a las investigaciones sobre el mundo obrero bajo la
dictadura del general Franco. Pero esta evolución no sólo tiene relación con
los grandes cambios históricos producidos en términos de sociedad desde los
años ochenta –sucintamente: el paso del “fordismo” al “posfordismo”-, sino que
también lo tienen con las propias transformaciones en la manera de concebir y
de escribir la historia –simplificando: la tensión y la disputa entre la
“historia social” y la “historia cultural”- que se ha producido a lo largo de
los tres últimos decenios. Esta es un tema que aquí no puedo abordar, pero
que debe tenerse muy en cuenta, puesto que está en el trasfondo de muchas de
las investigaciones que se presentan en este Congreso Internacional
“Sindicalismo en España: del Franquismo a la estabilidad democrática
(1970-1994)”, como en tantos otros congresos y jornadas.
Mi ponencia, con el título
“Ciclos de protesta, militancia y sindicalismo democrático: Comisiones Obreras,
de la Dictadura
a la Democracia ”,
tiene por objeto presentar una interpretación de la trayectoria histórica de
las Comisiones. No obstante, de manera previa, quisiera introducir dos
consideraciones, una de tipo teórico y otra como hipótesis de partida. En
primer lugar, la consideración teórica. Tal como planteó Antonio Gramsci para
el estudio de la historia de un partido político, podría considerarse que
escribir la historia de un movimiento, de un sindicato o de un partido
significa escribir, desde un punto de vista monográfico, la historia de la
sociedad de la que ese movimiento, sindicato o partido es un componente. En
este sentido, puede decirse que la historia de las Comisiones Obreras sólo es
inteligible si se analiza su relación con la clase obrera en su conjunto, no
sólo con sus militantes y simpatizantes, así como con otras clases y grupos
sociales. En definitiva, se trataría de saber inscribir su historia dentro del
contexto político nacional -en el que existen diferentes fuerzas en presencia-
del que forma parte. Me parece que hoy, siendo necesario, no podemos
contentarnos con describir simplemente la trayectoria política interna de lo
que fueron las Comisiones, o de lo que fueron otros movimientos y
organizaciones políticas antifranquistas. La crónica exacta del número de
afiliados o participantes, la forma de organización, las declaraciones
programáticas, los líderes, etc. como unidad de análisis –si bien debe en
muchos sentidos completarse-, responde a una visión del vértice del movimiento,
a una visión exclusivamente “institucional”. Esta mirada, como se viene
insistiendo desde hace tiempo, tiene que combinarse con una aproximación que
permita poner en relación aquella parte organizada del movimiento obrero con la
base social que fue capaz de movilizar. Es decir, desde un punto de vista
metodológico, es conveniente plantearse el análisis de la cuestión tanto de
“arriba a abajo” como de “abajo a arriba”; y también sería por completo
recomendable hacerlo “desde lejos”, sin apriorismos previos.
En segundo lugar, presento
algunas de las hipótesis interpretativas sobre la historia de la evolución del
sindicalismo democrático en España entre el tardo-franquismo y finales de la
década de los años ochenta. Ya que se ha hablado en otra ponencia presentada en
este Congreso de la actual “crisis del sindicalismo” en el siglo XXI, partamos
inicialmente de aquella otra “crisis” que atravesó el sindicalismo confederal
durante los años ochenta, y sobre la que también se escribieron ríos de tinta.
Pocos meses después del 14-D de 1988, el “paro general” -como lo denominaron
los principales sindicatos que lo convocaron: CC.OO. y UGT- que pasó a constituir
la “huelga general ciudadana” de mayor éxito en la historia de la democracia
española, el historiador británico Sebastian Balfour apuntaba algunas
cuestiones que me interesa traer a colación. Al preguntarse sobre una paradoja
que siempre ha caracterizado al sindicalismo democrático español de la segunda
mitad del siglo XX, a saber, la contradicción aparente entre el alto nivel de
movilización del movimiento obrero durante la Dictadura (y en cierta
medida después) y el bajo nivel de afiliación en el “posfranquismo”, Balfour
mencionaba dos posibles interpretaciones de este fenómeno. La primera sería
aquella que ofrecía una explicación a partir de la crisis económica que se
desató en la segunda mitad de los años setenta; y, sin duda, hay razones para
valorarla adecuadamente, por cuanto aquella recesión condicionó fuertemente el
desarrollo del nuevo sindicalismo democrático. Un segundo tipo de
interpretación, centrado ya durante la posterior etapa de “transición política”
a la democracia, subrayaría los compromisos aparentemente necesarios para
conseguir un consenso político (entiéndase, Pactos de la Moncloa , 1977), que,
finalmente, no favorecían el avance del nuevo sindicalismo, por cuanto le
hicieron perder protagonismo y ganar en subordinación respecto de los partidos
políticos. Ambas hipótesis situaban las causas de explicación entre los años
finales de la Dictadura
y en el inicio de la
Democracia en España. Sin embargo, Sebastian Balfour
subrayaba la necesidad de ofrecer explicaciones a partir del examen del propio
sindicalismo durante la época de la Dictadura. De no hacerlo, pudiera parecer que era
“lógico” y “natural” que bajo un régimen de las características del Franquismo
existiera un “sindicalismo obrero democrático”, como si se tratara de algo
dado. Sin menoscabar la importancia de las anteriores hipótesis (crisis
económica y “consenso” político), lo que se proponía era, en definitiva, un
examen de la herencia de la
Dictadura en el nuevo movimiento sindical, centrándose en
particular en la experiencia de los trabajadores y en la estrategia y las
prácticas de la oposición obrera organizada. De hecho, con este planteamiento
introducía la dimensión histórica de la transición política. Algo que le
permitía señalar que “la característica más marcada de la historia del
movimiento obrero en España desde 1939 había sido la “discontinuidad”. Después
de la Guerra Civil ,
se desmantelaron los viejos sindicatos y partidos obreros. Luego, los cambios
socio-económicos después del año 1959 transformaron la estructura e identidad
de la clase obrera. Y finalmente, la crisis económica de la segunda mitad de
los setenta llevó a una profunda reestructuración que había disuelto a muchos
de los colectivos que se habían organizado durante el boom económico (…).
No es sorprendente que las formas de organización colectiva que se
desarrollaron en la segunda mitad de la dictadura no hayan perdurado”. Así
las cosas, el nuevo movimiento sindical español inició su construcción en un
contexto nada favorable, en medio de la mayor crisis económica internacional
desde los años treinta, con sus intereses subordinados al compromiso político y
con una herencia altamente negativa del Franquismo. Visto así, y teniendo en
cuenta todas estas circunstancias, Balfour concluía señalando que quizás fuera
erróneo hablar de “crisis del sindicalismo”. Por el contrario, lo realmente
sorprendente era la capacidad que había mostrado el movimiento sindical español
para emprender la tarea de reconstruir un nuevo sindicalismo en unas
condiciones sumamente desfavorables. De manera que la contradicción aparente
entre un alto nivel de movilización del movimiento obrero durante la Dictadura y la
transición política española y el bajo nivel de afiliación sindical (entre el
10 y 15%), tal vez no constituyera una paradoja si se tenía en cuenta el
recorrido histórico del sindicalismo democrático.
Texto completo en CC.OO DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA.
1 comentario:
Amigous, soy el profesor Álvarez del Cuvillo. Ya no puedo usar mi viejo blog pero voy a intentar ponerme a escribir de nuevo, porque los tiempos son cada vez más interesantes. Formato austero, como corresponde al momento. Pero textos ladrillosos. Aquí teorizando un poco a ver si cojo carrerilla. Abrazos.
http://doctorbosnio.wordpress.com/
Publicar un comentario