Cuando
hace unos meses dejé de escribir todavía
Esquerra Republicana de Catalunya seguía
siendo el partido más confuso de Europa. Cierto, desde que ocupó la presidencia
de la Generalitat moderó su gesticulación, llegó a acuerdos con el gobierno de Pedro Sánchez y hasta Gabriel
Rufián estrenó traje y corbata. El giro de ERC fue valorado, con sobrada
razón, como muy positivo y su contribución a la vida parlamentaria insinuaba
una cesura en la política española. No le fue fácil porque, de un lado, el
hombre de Waterloo les vigilaba y azuzaba, y, de otro lado, la política de
responsabilidad no acaba de cuajar plenamente en las bases del partido.
Durante
estos días, en que la confusión estaba en barbecho, vuelve a aflorar un buen
cacho de la ERC tradicional. Y lo peor de todo es que recupera aquel seguidismo
hacia el gen convergente, ahora en manos del hombre de Waterloo.
Este
es el motivo de la afloración de la confusión entre los de ERC: los nostálgicos
del procés han convocado una
manifestación en Barcelona para el día 19 contra la presencia de los gobiernos
español y francés, que firmarán un tratado de Amistad y Cooperación Reforzada.
Los de ERC han considerado participar en dicho acto. Pero el presidente
Aragonés i Garcia intervendrá protocolariamente en dicha conferencia: nadando y
guardando la ropa.
ERC
parece olvidar que Francia tiene más comercio con España que con la China ná y
España tiene más comercio con Francia que con toda América, desde arriba hasta
abajo del todo. Así que es de clavo pasado la importancia de este encuentro.
Con todo, nadie parece preocuparse lo más mínimo: el independentismo militante
y el secesionismo confuso han perdido algo esencial: ya no intimidan. Pero, eso
sí, provocan una desconfianza no solo hacia ellos, sino a toda Cataluña. Porque
ahora el problema ya no es el independentismo en tanto que tal sino los gamberretes
del gobierno –del gobiernillo— que juegan a abstemios y borraachuzos simultáneamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario