(Calella de Paco Mias, 14 de Enero de 2021
El independentismo catalán, así el militante como el partidario del secesionismo al baño María, está intentando reavivar el rescoldo del fracaso del procés. Los de Waterloo afirman rotundamente que ese movimiento sigue vivo y coleando; los de Esquerra sólo lo hacen con la boca pequeña para evitar que se les llame herejes. No importa que personalidades pata negra hayan dicho con voz robusta que «el procés se acabó», sin ir más lejos Jordi Sánchez que durante años fue uña y carne del hombre de Waterloo.
Hace
años que inició su parábola descendente, pasó de ser intimidante a algo
irrelevante. Se convirtió en algo rutinariamente inane, nombrado como spot
publicitario para que el ánimo no decayese. ERC no puede evitar seguirle la
corriente a los de Waterloo. Teme la maldición
de sus antepasados, la ira de sus propias bases pueblerinas, la desafección de
sus eruditos a la violeta y el desprecio de los excursionistas de Waterloo.
Y
eso que ERC tiene un momento interesante para gobernar: sigue pendiente la
aprobación de los presupuestos de la
Generalitat, ahí está la nueva situación económica y de perspectivas que tiene
Barcelona y, no a muy largo plazo, la conexión Barcelona con Marsella. Apenas
si importa: de lo que se trata es de mantener a la feligresía en la nube de la
continuidad del procés, que –dicho desde
el partido que gobierna en Cataluña--
adquiere más absurdo todavía.
Lo
rocambolesco de asunto es que, mientras Aragonés García saluda a las autoridades francesas y españolas,
don Oriol Jonqueras es
violentamente expulsado de la manifestación contra dicha cumbre, convocada y
dirigida por los de Waterloo y sus campanarios. Cría cuervos que te sacarán los ojos.
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