Ya
lo saben ustedes: Carles Puigdemont ha sido
detenido en Cerdeña (Italia). Como es
natural el independentismo catalán ha puesto el grito en el cielo y la tierra:
la culpa la tiene el Estado Español, auténtico nido de víboras.
El
hombre de Waterloo es un auténtico tarambana político que ha conseguido con sus
no claras relaciones con Rusia la enemistad, de la Unión Europea, los
americanos y los chinos. Pleno al bingo de este pardillo de la geopolítica. Así
pues, la detención en territorio italiano demuestra la escasa autoridad del caballerete y de la inanidad de su política.
Ahora bien, el fondo del problema es que Puigdemont fue a Cerdeña a un
encuentro con los independentistas de la isla. Cosa que, naturalmente, no debió
sentar nada bien al Estado italiano. Y
actuó devolviéndole la pelota al de Waterloo. Justa e injusta la medida –doctores
tiene la Iglesia-- la responsabilidad es
de las autoridades italianas. En todo caso, un servidor no moverá un dedo para
criticar al gobierno italiano.
El
independentismo (sector aluminosis) ha encontrado un filón para poner a caldo
la mesa de negociaciones. El Presidente Aragonès Grcía deberá calibrar si le
vale la pena echarle un cable al tarambana montapollos. En todo caso, es
Puigdemont –con su temeridad acumulada— quien espera sacar dividendos de esta
detención: recupera estar en el candelero e intenta romper la mesa de diálogo.
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