La
reciente martingala de Carles
Puigdemont, primer espada del
independentismo (sector aluminosis) podría tener las siguientes explicaciones: 1)
últimamente estaba de capa muy caída hasta el punto de que, en su propio
partido (Junts), había quien pensaba que era ya un estorbo, más todavía, un
fastidio por sus relaciones un tanto turbias con la Rusia de Putin; 2) había
llegado a la conclusión de que si la Mesa de diálogo cuajaba él mismo se convertía
en un cero a la izquierda; 3) así mismo el hombre de Waterloo intuía que ERC
había tomado el camino de la política pujoliana de ´peix al cove´ (pájaro que
vuela a la cazuela), aspirando, durante un
tiempo impreciso, a una ampliación de la Autonomía y de renuncia, sin
decirlo, de la independencia.
El
hombre de Waterloo, así las cosas, necesitaba montar un pollo de colosales
dimensiones. Sabe que puede ocurrir algo si se presenta en Alghero (Cerdeña) en
un acto de independentistas sardos. Algunos de sus allegados se lo advierten:
no conviene provocar al gobierno italiano. Lo demás ya lo conocen perfectamente
ustedes.
Atención,
ERC no cae en la martingala. Tras la detención de Puigdemont se establecen
comunicaciones directas entre ministros y consejeros de la Generalitat: hay que
preservar la Mesa. Naturalmente, ERC necesita guardar la ropa mientras se baña
en el río: y simultáneamente a negar a Puigdemont la primera derivada (romper
la mesa) acude a Alghero a solidarizarse con el tarambana de Waterloo. Son los inevitables peajes que debe pagar ERC:
cuando faltan arrestos hay que echar mano de postureos. O sea, ERC se viste de
sedicente pragmatismo, de un lado, y, por otro, se calza de figuroneos para no
infundir sospechas. Aragonès García, el Pujol chico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario